XII. Colaborando en la promoción de la mujer

No podemos olvidar la labor importantísima desarrollada en estos años por las EFAs femeninas de Andalucía. Nos referimos a los dos Centros de Promoción Rural existentes en nuestra tierra, como son Yucatal, en Posadas (Córdoba) y Elcható, en Brenes (Sevilla). Ambos centros comenzaron su andadura en el curso 1969/70, tiempo nada fácil, ya que costó mucho hacer entender a las familias del campo la necesidad de que también las hijas se preparasen para desempeñar un papel propio en la sociedad, además del importante papel que habrían de representar en el ámbito familiar. Siempre se planteó como objetivo de la formación de la mujer rural ir más allá de lo meramente profesional: se pretendía una promoción humana y cristiana, integral, que abarcase todas las facetas de la vida. Esto suponía mucho más esfuerzo, pero merecía la pena.

En los años siguientes, nuevas EFAs fueron naciendo en toda España, y Yucatal y Torrealba iniciaron lo que entonces se llamaba Segundo Grado de Formación profesional: es decir, recibían alumnas y alumnos de otras EFAs de toda España, que querían seguir completando su formación profesional. Esto les convirtió en lugar de encuentro de un alumnado procedente de toda España y de otros países en los que la pedagogía EFA también iba cuajando: Portugal, Filipinas, diversos países de Iberoamérica...

YUCATAL

Posadas, junto al Guadalquivir, a 32 K. de Córdoba. Cultiva algodón, cereales, remolacha... Caza mayor y menor. Matadero. Es famoso su “queso de cerdo”. Maquinaria agrícola y aceitera. Fiestas en primavera...

Es ahora María del Carmen Aguilar Corredera, directiva de esta EFA, la que nos habla de los primeros tiempos de Yucatal.

“Al tomar el bolígrafo para escribir, mi imaginación se ha ido a una entrañable tertulia que se celebró hace años. Hablaba María del Carmen Entradas, una de las primeras monitoras que trabajaron en las EFAs: en este caso, en Elcható, situada en Brenes, Sevilla. Siempre me ha gustado hablar con aquéllas que disfrutaron la dicha de abrir surco en la labor de promoción y desarrollo de las primeras Escuelas Familiares Agrarias”.

Hemos de decir, que entre esas pioneras se cuentan Teresa María Pérez Payán, que luego habría de colaborar durante años en la dirección central de las EFAs en Madrid; y también Valen Azaña, primera directora de Yucatal; Antoñita Domínguez; y la propia María del Carmen Entradas, que seguía rememorando en ese ambiente familiar de tertulia:

“Las primeras niñas venían de pueblos de las provincias de Córdoba y Sevilla. Las monitoras habían acudido casa por casa explicando a las familias lo que harían sus hijas en la Escuela. Era tal el entusiasmo y convencimiento que transmitían, que se llenó la casa de alumnas... Digo casa porque esos son nuestros centros.

Empezó aquel primer curso académico y no teníamos puertas ni ventanas. La noche anterior al comienzo de las clases pusimos plásticos para que no se llenaran las aulas de bichos, porque en los alrededores había muchas plantaciones de algodón, que había sido atacado por una plaga de gusanos...

Estuvimos entre andamios y albañiles... seis meses. Pero todo tuvo su lado bueno: aquellos hombres también se beneficiaron de la formación humana y cristiana que impartíamos. Recuerdo que en Navidad todos pusieron en sus casas el Nacimiento...

La primera directora, Valen Azaña, se ocupó desde el primer momento de hacer participar a los padres en el proyecto educativo de sus hijas. Organizábamos los grupos de trabajo para las familias: en uno de ellos se hizo famosa una frase: “si yo mejoro, mejorarán los que están a mi alrededor”. Muchos, también no relacionados directamente con la Escuela, hicieron suyo esta especie de lema. Y todos, padres, profesoras, alumnas, aportaban ideas, tiempo, dinero y cosas materiales tan necesarias como la misma comida”.

Para quien mira desde fuera, es fácil notar cómo ya en los comienzos de las EFAs, lo que valía de verdad era la ilusión y la seguridad de que aquella labor saldría adelante, porque agradaba mucho a Dios y porque haría un bien muy grande a la gente del campo.

Sigamos con la tertulia en que se recordaban los comienzos: “En la instalación de nuestro primer oratorio el dinero llegó a través de las propias alumnas y de los proveedores. Además, para cuadrar las cuentas, recogíamos algodón los fines de semana... Todas trabajábamos mucho, y nos lo pasábamos muy bien.

Poco después, y esto fue un motivo de grandísima alegría, llegaron los proyectos de expansión de las EFAs por otras regiones: La Planilla (en la Rioja), El Llano (en Guadalajara), La Ginesta (en Lérida), La Noria (en Zaragoza)... Casi todas comenzaron con la solera de algunas antiguas alumnas de Elcható y Yucatal, de manera que nosotras estábamos comenzando continuamente”.

Ahora es María del Carmen Aguilar quien habla en primera persona: “Yo llevo más de quince años trabajando en el Centro de Promoción Rural–EFA Yucatal. Son muchas las anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. De la mayoría son protagonistas las antiguas alumnas, que son `el mejor producto de la EFA´: ellas son las que han influido verdaderamente en la mejora de sus pueblos, en los que suelen permanecer, participando activamente en la vida social de muchas maneras: como madres de familia preocupadas por la educación de sus hijos (muchas son impulsoras de asociaciones de madres y padres de alumnos); como trabajadoras, sabiendo compaginar trabajo y familia; y también algunas como emprendedoras, empresarias que han formado cooperativas o sociedades con otras personas de su entorno.

Recuerdo, a propósito de las cooperativas, que una antigua alumna me contaba cómo cuando iba a las asambleas de socios de su cooperativa, al principio todos los hombres la dejaban sentada en un lugar aislado: no era normal que asistieran mujeres y a ella no le importó, puesto que poco a poco fue superando aquellas distancias...

Una tarde se presentó en Yucatal otra antigua alumna, bastante rebelde en sus años escolares. Me saludó con un abrazo fuerte y me dijo: `Mari Carmen, he cambiado. ¡Quién nos iba a decir a ti y a mi en aquellos años que acabaría siendo gerente de una empresa grande, y que podría ayudar a instituciones dedicadas a los más necesitados!´.

Hay también antiguas alumnas preocupadas activamente por la política, que se han presentado como candidatas en elecciones municipales. Varias son tenientes de alcalde o concejales...

Todos los años celebramos las fiestas de Navidad, que son tan entrañables, con unas paellas que se hacen por grupos, mientras los niños juegan. El capellán celebra una Misa navideña, y en la tertulia cantamos villancicos... En la fiesta nos juntamos ahora al menos cuatro generaciones.

Una mujer me contaba que ella se había criado en el campo, sin ninguna formación. A los dieciocho años pidió recibir la Primera Comunión, y para eso tuvo que aprender a leer. Años más tarde, ya casada, quiso ir a la Escuela de Adultos, sólo para saber más cosas de Jesucristo. Ahora participa en medios de formación que imparten personas del Opus Dei en su pueblo. Su marido no quería que acudiera a esas actividades, pero ella seguía... Un día se la encontró, y le protestó diciendo que eso no eran más que tonterías, que le “comerían el coco”. Zanjó la cuestión diciendo que si el salía con sus amigos e iba donde quería, ella también. Sigue yendo a esas charlas que le hacen tanto bien, y de vez en cuando viene a que recemos juntas el Rosario...

Y es que la mujer bien formada en todos los aspectos, profesional, intelectual, humano–social y cristiano es capaz de dejar huella en toda la familia”.

No podemos recoger todas las anécdotas. Se ve que la riqueza de la labor humana y social de las EFAs va mucho más allá de lo que pueden cantar las estadísticas: hay mucha vida empeñada en estas labores.

Sigue relatando nuestra corresponsal en Posadas: “En unas jornadas de Puertas Abiertas, en el año 1999, la directora de un Instituto de la Mujer, mirando unas revistas antiguas realizadas en las EFAs, me comentó su sorpresa al comprobar la actualidad de los artículos; le llamaba la atención cómo ya desde los comienzos de estos centros se valoraba el papel social de la mujer”.

Terminamos con una anécdota significativa, que ojalá sirva de marco a lo que este libro pretende reflejar. Cuenta María del Carmen: “La madre de una alumna comentaba al acabar una actividad de la EFA: `No sabes lo que me sirven estas cosas que escucho aquí. Luego me paro a pensar y me digo: ¡Cuánto puedes hacer todavía!... Esto mismo pensaba yo en estos momentos, al escribir estos relatos: ¡Cuánta labor puede hacer en el medio rural las Escuelas Familiares Agrarias!”.

Y el recopilador de este relato, se permite un comentario más, casi obvio: con gente así, que conserva la ilusión en la labor emprendida, sin cansarse con el paso de los años: ¡Cuánta labor seguirán haciendo las Escuelas Familiares Agrarias!

ELCHATÓ

Brenes, a la margen izquierda del Guadalquivir, en una planicie. El río abraza la villa, que dista 21. Km. de Sevilla. Algodón, cereales, remolacha, ganado. Tiene una iglesia mudéjar del siglo XV y un retablo barroco del XVII. Pinturas de Herrera “El Viejo” y de Pacheco.

Igual que la EFA Yucatal, la de Elcható, en Brenes, viene desarrollando una importante labor formativa y apostólica entre las alumnas y sus familias. Claro está que esta siembra no es casual, como comentaban hace poco en la EFA recordando aquellos primeros tiempos. Recordaban en esa reunión, con aire familiar, cómo el Fundador del Opus Dei, hace años, emprendió un viaje largo y penoso (eran tiempos de guerra) para ver a alguien que le necesitaba. Sacó en la taquilla de una estación un billete de ferrocarril de ida, hasta donde alcanzase el dinero que llevaba en el bolsillo y, cuando se apeó del tren, resultó que la estación alcanzada era precisamente la antigua de Brenes: Dios quiso traerle hasta aquí. Seguro que su oración de entonces fue una siembra para toda la labor apostólica que se habría de realizar, con el tiempo, en y desde Brenes. Por eso no tiene nada de extraño que la primera EFAs femenina de España fuera la de Casablanquilla, a la que más tarde seguiría Elcható...

La ayuda espiritual del Beato Josemaría ha sido siempre como una lluvia fina sobre esta tierra. Desde el cielo, sigue completando la labor que comenzó gracias a su amor por la gente del campo extremeño y andaluz. Por eso es tanta la devoción que se le tiene aquí. Me hablan de aquella chica que vivía apartada de la fe y que, a petición de su madre, sus amigas rezaron por ella, e incluso la invitaron a ir a Roma a la beatificación del Fundador de la Obra, de donde vino cambiada. O de Eduardo, agricultor y padre de dos alumnas, que desde que conoció al Beato Josemaría, no iba al campo sin llevar un ejemplar de Camino siempre en su bolsillo. O aquella señora, madre también de dos alumnas, que tiene la estampa del Beato puesta en la cocina y todo se lo encomienda. O lo que le pasó a Pepi, alumna, que como no encontraba trabajo, se encomendó a la intercesión del Fundador de la Obra, y a los pocos días ya estaba trabajando...

—Yo, antes de ser alumna de Elcható –cuenta otra– estuve un tiempo hospitalizada. Alguien, ahora no recuerdo quién, me dio una estampa del Beato Josemaría, que puse en el cabecero de la cama. Cuando dejé el hospital decidí estudiar en la EFA. Y un día, cuando los padres venían a la escuela para las reuniones, mi madre se encontró al entrar con una estampa igual a la que ya conocía. “Vaya (dijo) pensé que a este sacerdote no lo volvería a ver...”. Al ver la educación que yo recibía en la EFA, no dejaba de repetir que había merecido de verdad la pena que su hija viniera a esta escuela...

Algo parecido cuenta una chica de la Obra. También su madre, cuando vio la formación que daban a su hija, la delicadeza con que trataban a la gente, ella, que tenía tantos trabajos en su casa, comentó a las profesoras que estaría contenta si el Señor se fijara en su hija para la Obra...

—Y aquí estoy, ríe feliz.

“Esta Navidad nos pasó a mi hermana y a mi (las dos son de la Obra, antiguas alumnas de Elcható) una anécdota simpática. Estábamos oyendo Misa en una iglesia del centro de Sevilla, cuando se nos acercó una señora de Brenes que venía algunas veces por Elcható y nos dijo que un hijo suyo estaba enfermo, y que le encomendáramos su curación al Padre (se refería al Fundador de la Obra). Nos pidió además que lo dijéramos a otras personas de la EFA, para que rezaran también por esta intención. Esto nos puso a rezar por esa intención...

Muchas anécdotas están relacionadas con la formación humana que se imparte en la EFA: con las normas de comportamiento y de urbanidad. Decía una alumna:

—Asistí con mi novio a una cena organizada por su empresa, y entonces me di cuenta de la importancia de haber aprendido en la EFA ¡hasta a utilizar correctamente los cubiertos!

—Yo vine a la Escuela, dice otra, en el curso 1969/70. Apenas tenía preparación: sabía medio escribir, las cuatro reglas, y poco más. Pero enseguida me incorporé al ritmo de las demás, y también pude asistir a los medios de formación espiritual que me ofrecía la EFA con las demás alumnas...

En Elcható recuerdan con particular cariño a D. José María Aguilar, padre de Rafaela, una alumna de la Escuela, ya fallecido, que conoció el Opus Dei a través de la EFA, y así recibió de Dios la vocación como Supernumerario.

—Hoy está en el cielo. Fue presidente del Comité Gestor de la Escuela y gracias a su generosa colaboración se consiguieron muchas cosas. Él fue quien mostró más interés al principio por que Rafaela estudiara en la EFA. Toda la familia tiene mucha devoción al Beato Josemaría, al que recurren con mucha frecuencia en busca de ayuda. Y es una devoción que han sabido transmitir a sus hijos.

—Un sobrino de Rafaela, estudiante de Secundaria, aprovechó la cena de Navidad, cuando estaba reunida toda la familia, para recordar que el 9 de enero se celebraría una Misa en la Catedral para conmemorar el Centenario del nacimiento del Fundador de la Obra. “Me gustaría que fuéramos todos...” Y no faltó nadie: allí estaban los abuelos vivos, los padres, los tíos, los hermanos... rezando unidos y dando gracias a Dios por los bienes recibidos a través del Beato Josemaría.

El recuerdo común más entrañable que conservan en la EFA Elcható es la visita que hizo la primera promoción de la Escuela a Pozoalbero, para conocer personalmente al Fundador de la Obra. Fue en el año 1972. En aquellos encuentros se suscitaron temas de interés para aquellas mujeres jóvenes.

—Yo estoy en una EFA, –preguntó una monitora–: ¿cómo he de hacer para que la gente del campo quiera más el campo y no se vaya de él?

El Beato Josemaría se refirió entonces a su ilusión por que la labor de las EFAs sirvieran para ese propósito, y le animó a que en casa de sus padres –y luego en la suya– se comportara de modo que fuera un hogar limpio y alegre, agradando de ese modo a Dios y a los demás.

Aquellas chicas jóvenes no han olvidado aquel encuentro.

Son muchas las historias, los recuerdos y anécdotas en torno a la figura del Fundador del Opus Dei, que forman parte de la tradición viva de la EFA Elcható. Adquieren especial relieve, por la ilusión que ponía en estos temas el Beato Josemaría, las pequeñas historias relacionadas con la vida cristiana de las personas que están alrededor de la EFA. Son historias íntimas, de las que sabe sólo Dios y los interesados. Algunas trascienden, y mueven a dar gracias a Dios por su bondad: es el caso de aquellas alumnas que, después de un año en el que la EFA estuvo cerrada, decidieron confesarse para recuperar el tiempo perdido...

Yucatal, Elcható... Muchas pequeñas historias de gente que es un poco más feliz. La semilla del campo, que va dando sus frutos...