A modo de introducción

Como homenaje al Beato Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei, en el Centenario de su nacimiento* y poco antes de su Canonización, el próximo 6 de octubre, recogemos en el pórtico de este libro conmemorativo algunas ideas suyas sobre la labor formativa con gentes del ámbito rural. Son frases significativas de su honda preocupación apostólica por la mejora de las condiciones sociales, profesionales, culturales, económicas... en definitiva, humanas y cristianas, del mundo rural; palabras que algunos de nosotros tenemos aún grabadas en nuestro corazón, por haberlas escuchado directamente de sus labios.

Dentro de estas iniciativas, se encuentran las Escuelas Familiares Agrarias, presentes en más de una veintena de países de Europa, América, Africa y Asia. Las EFAs, o Centros de Promoción Rural, como también se denominan en muchos casos, son escuelas que pretenden facilitar a los jóvenes del ámbito rural que puedan optar a las oportunidades de formación y desarrollo personal que tendrían si vivieran en las ciudades. Con esto, tratan de contribuir en la tarea del desarrollo de las zonas rurales, a menudo más desfavorecidas, al evitar que las nuevas generaciones se vean en la necesidad de emigrar, dejando sus lugares de origen.

El Beato Josemaría disfrutaba cuando gentes de toda clase y condición le hablaban de sus luchas diarias por sacar adelante su familia, su profesión, sus afanes de cristianos normales. Su interés se traducía en especial cariño cuanto hablaba con personas empeñadas en encontrar a Dios en el mismo afán de hacer el mundo un poco mejor. Refiriéndose a las EFAs, afirmaba en una ocasión: “Estamos comenzando en muchos sitios a hacer una labor colosal, con la que soñábamos por lo menos desde mil novecientos treinta... En 1930 ya escribía yo unas cosas que se conservan en algún lado, a propósito de esa labor que estáis haciendo espléndidamente, fraternalmente. Correspondiendo (...) ¡a la justicia! Porque hemos de tratar mejor a todos los que están haciendo una vida rural, dándoles un mínimo abundante de bienestar y de comodidad y de cultura. Tienen tanto derecho como los demás”.

Las Escuelas Familiares Agrarias tienen, además de su vocación rural, algunas otras características peculiares: la implicación de las familias, que participan activamente en el proyecto educativo de sus hijas e hijos; el sistema de alternancia educativa, que permite una formación teórica y práctica no desarraigada de la empresa o explotación familiar y de las demás empresas del entorno; la formación personalizada, que prima el sistema tutorial con los alumnos y con sus padres; la oferta de residencia, que permite que puedan acudir a la EFA alumnos procedentes de lugares más alejados, ampliando así el radio de acción de su labor de promoción.

Son muchos miles de antiguos alumnos y alumnas los que han participado ya en estos proyectos de desarrollo en diversos lugares. En muchos casos, la formación recibida les ha servido para crear su propio puesto de trabajo, o para asociarse en régimen cooperativo con otros, o para sumarse a las iniciativas de otros. Muchos de estos chicos y chicas, formados en las EFAs, tienen ahora presencia en las entidades públicas y privadas que tratan de hacer cada día un poco más digna la vida en el ámbito rural.
Ellos tuvieron también ocasión, gracias a su paso por una EFA y dentro de un delicado respeto a la libertad de cada uno, de conocer y tratar más de cerca a Dios. Alguien que trabajaba en una EFA oyó decir al Beato Josemaría, en Valencia, en noviembre de 1972: “Yo te bendigo especialmente porque estás en una EFA, hijo mío. Pero prenderéis fuego... ¡y cómo prenderéis fuego! La gente tiene un fundamento de fe grande; tiene, a veces, una falta de cultura también grande. Vosotros aviváis la fe y les dais cultura; y hacéis la justicia, contribuís a que se haga la justicia de que vivan bien, de que tengan un mínimo bienestar... que de esa manera serán mejores cristianos (...). Os tenemos envidia a los que trabajáis en todo eso. Eso irá, marchará en todo el mundo. Os estaban esperando estas almas...”.

El Fundador del Opus Dei realizó una amplia catequesis por España y Portugal a finales de 1972: el viaje se prolongó desde el 4 de octubre hasta el 30 de noviembre. Las frases anteriores se han recogido de esa “catequesis”. Durante ese tiempo recorrió varias ciudades de la Península Ibérica, llevando su siembra de paz y alegría a miles de personas de todas las condiciones y ambientes.
En las reuniones generales, con sabor y ambiente de tertulia familiar, la gente tomaba espontáneamente la palabra y planteaba una y otra vez los temas fundamentales de la vida de un cristiano en medio del mundo. El Fundador de la Obra, al que muchos llamaban Padre, respondía a esas inquietudes reiterando con distintos matices la doctrina de la Iglesia.

Entre los días 6 y 13 de noviembre, se celebraron algunas tertulias en Andalucía. En Jerez de la Frontera, ante gentes venidas de toda Andalucía y de Extremadura, se le oyó decir: “En el campo hay que trabajar de verdad (...). Por lo tanto, hay que poner el corazón y la ilusión en promover a todas esas muchedumbres, ayudándoles a tener mucha piedad, mucha cultura, mucho conocimiento científico de su trabajo, que es tan digno como el trabajo más digno, y es más digno que los otros trabajos, si lo hacen con mucho amor”.

Era algo que el Fundador de la Obra llevaba muy dentro de su corazón. Unos meses antes de su marcha al cielo, en febrero de 1974, insistía durante una tertulia en Santiago de Chile: “Hijos míos: que a estos hombres después se les facilite también la posibilidad de tener algo suyo en el campo. Algo suyo, personal, que les sirva de base física donde poner sus pies y los pies de los suyos: de la mujer, de los hijos. Es razonable: esto es razonable. Y, de paso, poder ayudar al desarrollo industrial, económico, del campo (...). Yo no soy sociólogo, de modo que no me meto en sociologías. Sociólogos sois vosotros y no necesitáis que os den lecciones, porque tenéis un corazón muy grande y sabéis vivir la justicia y la caridad... Dios te bendiga”.

Son palabras de alguien que estaba muy cerca de Dios, y que por tanto sentía muy de cerca de su corazón las necesidades, materiales y espirituales, de las gentes del campo. Son expresiones de un celo apostólico que movilizó a muchas otras almas, en todo el mundo. Veamos aquí algunas pequeñas historias personales, llenas de la grandeza de lo ordinario vivido cara a Dios y en servicio a los demás.

*El Beato Josemaría Escrivá nació en Barbastro el 9 de enero de l9O2. Fue ordenado sacerdote en Zaragoza el 28 de marzo de l925. El 2 de octubre de l928, en Madrid, fundó por inspiración divina el Opus Dei, que ha abierto a los fieles un nuevo camino de santificación en medio del mundo, a través del ejercicio del trabajo profesional ordinario y en el cumplimiento de los propios deberes personales, familiares y sociales, siendo así fermento de intensa vida cristiana en todos los ambientes. El 14 de febrero de l93O, el Beato Josemaría Escrivá entendió, con la gracia de Dios, que el Opus Dei debía desarrollar su apostolado también entre las mujeres; el 14 de febrero de 1943 fundó la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, compuesta por sacerdotes diocesanos e inseparablemente unida al Opus Dei. El Opus Dei fue aprobado definitivamente por la Santa Sede el 16 de junio de 195O; y el 28 de noviembre de 1982 fue erigido como Prelatura personal, que era la forma jurídica deseada y prevista por el Beato Josemaría Escrivá.
Con oración y penitencia constantes, con el ejercicio heroico de todas las virtudes, con amorosa dedicación e infatigable solicitud por todas las almas, y con una continua e incondicionada entrega a la Voluntad de Dios, impulsó y guió la expansión del Opus Dei por todo el mundo. Cuando rindió su alma a Dios, el Opus Dei estaba ya extendido a los cinco continentes y contaba con más de 60.OOO miembros de 8O nacionalidades, al servicio de la Iglesia con el mismo espíritu de plena unión y veneración al Papa ya los Obispos, que vivió siempre el Beato Josemaría Escrivá.
La Santa Misa era la raíz y centro de su vida interior. El hondo sentido de su filiación divina, mantenido en una continua presencia de Dios Uno y Trino, le movía a buscar en todo la más completa identificación con Jesucristo, a tener una tierna y fuerte devoción a la Virgen Santísima y a San José, a un trato habitual y confiado con los Santos Angeles Custodios, y a ser sembrador de paz y alegría por todos los caminos de la tierra.
Había ofrecido su vida, repetidas veces, por la Iglesia y por el Romano Pontífice. El Señor acogió ese ofrecimiento, y entregó santamente su alma a Dios, en Roma, el 26 de junio de l975 en su habitación de trabajo.
Su cuerpo reposa en la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz –Viale Bruno Bouzzi 75, Roma– continuamente acompañado por la oración y por el agradecimiento de sus hijas e hijos, y de incontables personas que se han acercado a Dios, atraídas por el ejemplo y las enseñanzas del Fundador del Opus Dei. Su causa de canonización fue introducida en Roma el 19 de febrero de l981. El Santo Padre Juan Pablo II declaró el 9 de abril de 199O la heroicidad de sus virtudes cristianas y, el 6 de julio de l99l, decretó el carácter milagroso de una curación atribuida a su intercesión. El Fundador del Opus Dei ha sido beatificado por S.S. Juan Pablo II en Roma, el 17 de mayo de 1992 y será solemnemente Canonizado el próximo 6 de octubre del 2002.