José Manuel con un grupo de alumnos de Campomar, en una visita al Santuario de Fátima.
Instalando los invernaderos para las prácticas en la EFA de Almería.
La alternancia educativa hace que la enseñanza en la EFA tenga dos vertientes muy adecuadas al propósito de la Formación profesional: una teórica...
...y otra práctica.
Prácticas en un invernadero.
David Puentes, con muchos años de EFAs en las espaldas, junto a una promoción de alumnos de Torrealba.
Un grupo de alumnos de Molino Azul.
A la salida de la entrega de becas en Torrealba.
Fiesta familiar en El Soto.
Patio de entrada a Yucatal.
La EFA de Molino Azul.
Elcható, de Brenes, cerca de Sevilla.
Ángel Navarro.
Ángel y Pasión, hace unos años.
Paco y un grupo de monitores, en 1975. Paco es el cuarto por la izquierda.
Ezequiel con algunos alumnos de El Soto, en una visita de estudio.
Luis Rodríguez.
Paco y su mujer.
Juan y Fernando, durante una asamblea.
Paco Cervera.
Laureano.
Un rato de tertulia en Elcható.
Prácticas de cocina en Elcható.
Yucatal, en una fiesta familiar.
Fiesta de Reyes en Yucatal.
Un momento de la Graduación de Becas de alumnos en la EFA Casagrande. En la mesa: Carlos Hidalgo, Juan Robledo, Julio Díaz, Fernando Sanchez, Catalina Barrantes, José Moreno y Blas Díaz.
La promoción 2000-2001, tras la Graduación.
En el centro, Juan Cano Ruano, Presidente de UNEFA, con Corazón Aquino, cuando era Presidenta de Filipinas. En una visita a España estuvo en la EFA Elcható de Sevilla.
Otra foto de Corazón Aquino en su visita a la EFA Elcható.
Una visita a una familia de la EFA Elcható.
Mari Carmen Entrada, tercera por la izquierda, Joaquín Herreros, siguiente, José Mª Aguilar (fallecido), siguiente. El último a la derecha: Eduardo Valderrama (fallecido).
En el centro, el Presidente de UNEFA y de la Asociación Internacional de los Movi mientos Familiares de Formación Rural.
EFA Yucatal, 4 de abril de 1976. Grupo de trabajo de familias.
Roque Pérez. Monitor de la EFA desde 1970: CPR Torrealba y Yucatal. Director en varias EFAs: Galicia y Molino Azul. Actualmente administrador de la Federación y Torrealba.
Reunión de Responsables de Alternancia en Torrealba, febrero del año 1989. En la foto Teresa María Pérez Payán, durante muchos años directiva en las EFAs.
Estrella González de Canales. Monitora de la EFA Yucatal (Primeros años en las EFAs).
En el centro, Fuensanta Rueda, exdirectora de Yucatal. A la derecha, Nina, monitora y madre de alumna. A la izquierda, Juan Cano, Luis Cano y Jesús.
Valentina Azaña, fue Directora en el CPR-EFA Yucatal.
José María Fernández Peña dando una conferencia y Fuensanta Rueda, directora de Yucatal.
Fotos
Apéndice
No queremos terminar sin dejar de referirnos brevemente a las metas conseguidas en la extensión de la pedagogía en alternancia en España, y también en las nuevas EFAs que han ido naciendo en países en vías de desarrollo.
En España, las EFAs, ahora también llamadas Centros de Promoción Rural (no en todos los casos se dedican a impartir formación de tipo agrario), cuentan actualmente con 37 escuelas en las que se imparten 26 titulaciones diferentes de Formación Profesional. Estos Centros de Promoción Rural están repartidos en 22 provincias y 8 comunidades autónomas, con más de 6.OOO alumnos cada año (incluyendo enseñanzas no regladas), de los que el 85% permanecerán en el medio rural, con un 97% de incorporación laboral (el paro entre los antiguos alumnos de las EFAs es casi inexistente, y es muy elevado el porcentaje de los que crean su propio puesto de trabajo).
Por autonomías, el número de EFAs es el siguiente:
La Mancha 8
Madrid 1
Cataluña 5
Aragón 6
Valencia 3
Galicia 3
Extremadura 2
Andalucía 9
Actualmente, con los cambios sociales y económicos experimentados en nuestra sociedad, las EFAs se han adaptado a la nueva situación impartiendo estudios reglados (Bachillerato y Ciclos Formativos de Grado Medio y Superior; Cursos de Gestión Administrativa, Explotaciones Agrarias Intensivas, Jardinería, Medio Ambiente y Comercio Exterior) y Cursos de Formación de Adultos (Formación Profesional Ocupacional) sin perder de vista la idea matriz: La promoción del medio rural, procurando que los jóvenes que viven en este medio no se vean obligados a dejarlo si desean progresar en su trabajo y sacar adelante con dignidad a sus familias. Era éste, como vimos al principio, el deseo y la ilusión, llenos de celo apostólico, que el Fundador del Opus Dei albergaba en su corazón y supo transmitir a sus hijos e hijas dedicados a estas tareas.
En estos 32 años de funcionamiento han pasado por las EFAs miles de alumnas y alumnos. La titularidad y propiedad de estos centros educativos pertenece a distintas entidades de carácter civil (Cajas de Ahorros, Fundaciones de interés social, etc), y cuentan además con la ayuda de numerosas instituciones públicas y privadas. Es un impulso que ha sido posible gracias al trabajo abnegado de muchas personas de las que es imposible dejar justa constancia. Ahí queda la labor de David Puentes Madrigal, durante muchos años director del CPR Torrealba y que luego se incorporó al equipo de UNEFA; y Roberto García Marirrodriga, que fue director de una EFA en Toledo y hasta hace poco director de proyectos de UNEFA; y, muy particularmente, de José Pellicer España, que en los últimos 25 años ha vivido, quizá como ningún otro, el crecimiento y maduración de las EFAs en todo el mundo.
Es relevante el nivel de preparación adquirido –a lo largo de estos años– tanto en lo que se refiere a la Formación Reglada (reconocida oficialmente por la Administración Educativa) como a la Formación Profesional Ocupacional, dependiente hasta ahora de Ministerio de Trabajo. Muchos de los alumnos reciben ofertas de trabajo durante los períodos de prácticas en las empresas (normalmente, no menos de un mes cada trimestre). No resulta fácil a menudo convencer a esos empresarios para que esperen unos meses, de manera que los alumnos puedan completar su formación.
Muchos de los que fueron alumnos y alumnas de las EFAs ocupan hoy puestos importantes en las administraciones locales y en la actividad empresarial (fundamentalmente cooperativa o en régimen de autónomos o pequeños empresarios) de las zonas donde viven. Y algunos son ahora padres y madres de nuevos alumnos, y siguen así colaborando en la labor de promoción de las EFAs y participando en los programas de formación permanente para antiguos alumnos.
Por otro lado, en los diez años de vida de la Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD) de la Unión de Escuelas Familiares Agrarias (UNEFA), con sede en Madrid, se han llevado a cabo ll7 proyectos, en países de América Central y del Sur, Asia, Africa y Europa.
Entre los nuevos proyectos de las EFAs en España, destacamos también las distintas iniciativas que van naciendo con el objetivo de facilitar formación a los hijos de inmigrantes. Son proyectos que denotan un gran compromiso solidario, y que se están poniendo en marcha con la ilusión de agradecer al Fundador del Opus Dei, en este Centenario de su nacimiento, su amor por las gentes del mundo rural.
Esperamos haber sabido reflejar en estas páginas una idea fiel de lo que esta grande y silenciosa promoción social está significando para muchas personas del medio rural. Se están cumpliendo así los anhelos del Beato Josemaría Escrivá, en su amor lleno solicitud apostólica por todas las almas, que quería llevar, haciendo el ruido de tres y el trabajo de tres mil, su mensaje de paz y alegría hasta el último rincón de la Tierra...
XIII. Encuentros en Loja
Mayo florido y frío en los alcores. Un cielo inmaculado sobre Granada. De nuevo me acompaña Juan Robledo, imprescindible en este relato: nadie sabe tanto de las EFAs como él. Ni quien las quiera tanto. Salimos a la hora convenida: 12'3O, camino de Loja por la autovía. El viento mece la arboleda del camino. Los campos primaverales verdean luminosos, dejando pinceladas de cal. El aeropuerto. Huetor Vega. No lejos está Brácana como un nido de palomas. Hablamos de la Vega de Granada y sus problemas. Acequias, albercas, choperas como lanzas...
Alcanzamos Loja y los Abades, lugar de nuestro encuentro con Mari Carmen Entradas y Luisa Ridao, veteranas de las EFAs femeninas Elcható y Yucatal, y Mari Carmen Gómez, antigua alumna, que nos aguardan.
Mari Carmen Entradas es la de la chaqueta verde oliva, pelo corto y lentes de montura metálica dorada. La reconozco por la voz del teléfono. Luisa lleva chaqueta celeste de manga corta. Nos sentamos en torno a una mesa de cafetería. Juan Robledo está a mi izquierda y Mari Carmen Entradas a mi derecha. Me doy cuenta enseguida de que es una mujer de tesón, sabe lo que dice y lo que quiere. También sentimental. Fue la primera directora de Elcható, la primera EFA femenina de España. Le dejo una copia del capítulo anterior que lee de un tirón, haciéndome algunas observaciones. Yucatal, no El Yucatal. Fue una de las que visitaron las “Maisons Familiales” francesas.
Luisa Ridao se hizo totalmente en la EFA. Ahora es licenciada en Empresariales, alumna de la primera promoción de Elcható. Es de San José de la Rinconada. Monitora y luego directora de Yucatal y, hasta el año pasado, directora también de Elcható. Rememora con cariño los tiempos heroicos de aquellas Escuelas Familiares Agrarias del principio.
Mari Carmen Gómez es de Brenes, antigua alumna. Pertenece a la tercera promoción de Elcható y, desde entonces, como todas las chicas de Brenes, se siente parte de su Escuela considerando a las monitoras como su propia familia. Sus padres agricultores tenían muchos hijos, por lo que sus abuelos se hicieron cargo de ella. Todo lo que sabe lo ha aprendido en la EFA. Es administrativa del SAS y tiene una gran preocupación social y cultural. Participa en todas las actividades de su pueblo, que le parece el mejor pueblo del mundo.
Me dice Mari Carmen Entradas que durante la estancia del Padre, en l972, en Pozalbero, estuvo a punto de visitar la EFA de Elcható.
—Aquellos eran unos tiempos muy difíciles –interviene Juan Robledo– en los que había que trabajar muchísimo. La gente del campo estaba acostumbrada a ser engañada por muchos que pasaban por los pueblos prometiendo cosas que nunca cumplían. Temían que nosotros fuéramos unos de tantos. Lo que más les intrigaba es que no les pidiéramos nada a cambio, que estuviéramos dispuestos a dar así, por las buenas. Costó mucho convencerlos.
Me piden que no deje de citar a un hombre tan esencial para Elcható como José María Aguilar, padre de alumnos, el padre de Carmeli en especial. José María fue el primer presidente de Elcható. Un hombre extraordinario.
Otro hombre importante fue Pedro Rodríguez, primer administrador de las EFAs de Andalucía.
—Vivía en Sevilla y venía todos los días a ver las Escuelas. Era muy exigente y responsable. Todo el mundo lo quería. Estaba pendiente de todos los detalles por insignificantes que parecieran. Falleció con cuarenta y dos años.
Juan cita algunas anécdotas de Pedro que retratan su entrañable personalidad y espíritu cristiano.
Otro que no debo olvidar es Antonio Abato, padre de alumna, del Consejo Gestor de Elcható.
—La EFA de Elcható fue la madre de todas las Escuelas Familiares Agrarias de España. Aquí se formaron sus monitoras.
Me recuerdan a Teresa María Pérez Payán, la primera directora general de las EFAs femeninas.
—Otras de esa primera hora fueron Valen Azaña y Antoñita Domínguez. Fuimos juntas a Francia a visitar las “Maisons Familiales” y ver lo que se hacía allí. Fue una experiencia interesante, –me dice Mari Carmen Entradas.
No duda Mari Carmen: si las Escuelas salieron adelante fue por el impulso personal del Padre y porque Dios lo tenía previsto en su plan divino.
—La categoría de las monitoras de esa primera hora era sensacional –recuerda–. Su entrega, su ilusión, su total dedicación olvidadas del tiempo y de ellas mismas... Estaba también el calor humano que ponían en todas las cosas, lo que no dejaba de sorprender a las buenas gentes del campo tan poco acostumbradas a estas atenciones. Tenían claro que había que sacar la Escuela como fuera. Había que mejorar a toda costa la situación del medio rural y nos lanzamos a trabajar y visitar las familias del campo con ese propósito.
Mari Carmen es extremeña, hija de agricultores. Vivía entonces en Sevilla, en el Colegio Albaydar.
Luisa Ridao me cuenta que había que hablar con las familias y también oír a las familias.
—No entendían que fuéramos a visitarlas a sus casas y les habláramos con tanta confianza. Se sentían confundidas. No terminaban de entender qué pretendíamos con esas visitas, que no pidiéramos nada a cambio...
Les pregunto como creen ellas que llegaron a convencerse de la sinceridad de sus palabras.
—Para mí fue un milagro –me dice Mari Carmen–. Lo de la alternancia no era fácil de entender.
Interviene Juan Robledo:
—Actualmente todavía hay gente muy preparada que no acaba de entender nuestro método pedagógico que está declarado de interés por la UNESCO.
—Terminó de calar entre las gentes del campo –dice Luisa Ridao– y el éxito radica en estos tres pilares: Educar para un pequeño grupo, alternancia (una semana en la escuela y dos semanas de prácticas en la explotación familiar) y la participación esencial de la familia en el método de enseñanza...
Naturalmente, en los inicios, las Escuelas no daban ninguna titulación, todo lo más un diploma. Más tarde, en l974/75, con la llegada de la Formación Profesional de Primer Grado, es cuando la EFA comienza a dar titulaciones reconocidas oficialmente.
—Era importante la implicación de la familia en el método educativo –continúa Mari Carmen– ya que las reflexiones que se hacían en la escuela las alumnas las trasladaban a la familia, reflexiones sobre educación, costumbres, maneras de vestir o comportarse en la mesa, decoración, cocina, etc. que, detectadas sus carencias, se trataban de corregir mediante puestas en común... De esta manera y a través de las alumnas la EFA se hacía presente en la familia haciéndola evolucionar en un sentido positivo. Los padres se sentían totalmente vinculados y asistían interesados a nuestras reuniones...
Antonio Adato, padre de una alumna y miembro del consejo gestor, resumió en un lema lo que se pretendía en la EFA:
—Si yo mejoro, mejoro todo lo que me rodea.
—¡Qué gran verdad! –comenta Mari Carmen–. Ese proceso tenía que empezar por la educadora, por nosotras mismas.
Luisa me dice que la formación integral se proponía tres objetivos esenciales: Salud, Escuela y Familia.
—Y todos, enseñantes, padres y alumnas, nos hicimos una piña para conseguirlos. Eran los padres los que organizaban las fiestas de la escuela, los que hacían los teatros. El centro era como la prolongación de sus casas. Aportaban todo lo que tenían: éramos una gran familia. Así nuestra EFA Elcható se convirtió como en la “madre” de todas las de España. En l969, en Elcható se daban dos cursos, uno era de Córdoba y otro de Sevilla. Luego se desgajó el de Córdoba y se creó la EFA Yucatal y, pasados tres cursos, con el primer curso de Elcható y el primero de Yucatal, se abrió en Yucatal el primer CPR (Centro de Promoción Rural), que era un centro de formación de monitoras cuya primera directora fue Valen Azaña.
Desde la perspectiva de los años transcurridos y de la evolución del medio rural, sin perder nunca de vista la alternancia como eje del método pedagógico de la EFA, adaptándose a los nuevos tiempos y a la mejora del sector agrícola, el binomio Escuela / familia, actualmente se ha transformado en Escuela/Familia/Empresa consecuencia de un nuevo concepto de la promoción rural que se lleva a cabo mediante convenios con millares de empresas vinculadas al sector, que aportan su experiencia. Ahora, de estas Escuelas, transformadas en Centros de promoción rural, salen centenares de técnicos muy solicitados por el mundo agrícola por su buena preparación, lo que hace que apenas exista desempleo para estos alumnos.
Y a este propósito, Juan Robledo me da los siguientes datos:
—Por las Escuelas Familiares Agrícolas andaluzas, hoy Centros de Promoción Rural, han pasado más de 12.OOO alumnos y alumnas, que no se han desvinculado en absoluto de sus centros de origen. De estos, más del 60% han puesto en marcha su propia empresa, o se han asociado en cooperativas, o creado su trabajo como autónomos; el resto, trabajan por cuenta ajena o son funcionarios. De entre ellos, un 12% eligieron carreras universitarias o de tipo medio. Un 3% (prácticamente nadie: los que están cambiando de trabajo) se encuentran en situación de demandantes de empleo.
Todos coinciden en que la EFA no ha creado gente para el paro, sino que ha formado alumnos para el mundo empresarial. En general nuestros "antiguos alumnos y alumnas" son personas muy estimadas, de gran inquietud social y promocional.
—Bien –les digo– pero yo quiero que me habléis ahora de otros aspectos de la formación dada en la EFA.¿Qué ha significado la EFA para las familias de estos jóvenes nacidos de ellas?
Es Mari Carmen Entradas la que me contesta:
—Una prueba de la formación humana y cristiana dada en nuestros centros es que la inmensa mayoría de las antiguas alumnas tienen una familia estable. Es frecuente que se hable en el medio rural del "estilo EFA" cuando se refieren a nuestras antiguas alumnas. Se distinguen inmediatamente. Y lo interesante es que en el medio donde viven desarrollan lo que aprendieron aquí y participan, a todos los niveles, en las actividades sociales y culturales de sus pueblos. Saben como educar a sus hijos y también dar consejos a quienes se lo piden... Hay quien ha creado un taller de apoyo para ayudar a madres con hijos discapacitados a educarlos...
—Y siguen ayudando a nuestras actuales monitoras, sintiéndose parte de la escuela..
—¿Cómo se forman las monitoras?
—Al año se celebran varias sesiones pedagógicas según niveles. Pero de estos cursos se encarga UNEFA.
Me hablan también de las tutorías y su importancia pedagógica para corregir deficiencias y defectos.
Mari Carmen Gómez, que escucha con atención, me cuenta cómo era un día en la EFA:
—Nos levantábamos a las 7'3O h. y después de media hora para nuestro aseo y arreglo personal, desayunábamos y hacíamos después la limpieza de la escuela, actividad que formaba parte de nuestra educación. Clases, tutoría, recreo, clases. Almuerzo. Tertulia sobre temas de interés. Clases. Merienda. Estudio de 8 a 9 de la tarde. Tertulia...Silencio...Había un plan de estudios en el que se aprendían todas las labores de la casa y los comportamientos a nivel de calle y relación social...
Juan me aclara que lo que antes se llamaba "plan de estudios" ahora se llama "centro de interés" y el cuestionario se refiere a estudios relacionados con las empresas u otros profesionales con los que se tiene firmado convenio de colaboración. En estos acuerdos interviene el centro, la familia, la empresa y la delegación de la Consejería de Educación. Cuando los alumnos terminan su alternancia en la empresa, que se realiza cada trimestre, hacen una corrección individual y luego conclusiones en común...Y, en el último trimestre, realizan un proyecto sobre lo que han aprendido y observado, y que versa sobre mejoras que, a su juicio, introducirían en la empresa en la que han realizado sus prácticas, y como crearían la suya propia...Del resultado de ese proyecto depende el futuro del alumno en el mundo laboral. Es lo que Joaquín Herreros llamaba una formación en la vida y para la vida.
—En todas estas actividades las monitoras (así se ha llamado tradicionalmente en las EFAs a las profesoras, puesto que su labor va mucho más allá de la mera instrucción académica) ponen tiempo, alegría y educación. Y forman, formándose ellas al mismo tiempo que las alumnas.
Todavía se extienden hablándome de aquellos tiempos de la EFA. De Nogales, en Extremadura, de Jesús Bernal, de Eduardo Valderrama, padre de una alumna de Elcható, agricultor ya fallecido, para quien la EFA era su pasión. ¡Ah!, y el oratorio de Elcható lo pagaron las alumnas recogiendo algodón por el campo y haciendo el padrón municipal!
—Cuando estaba a punto de morir –me dice Mari Carmen Entradas refiriéndose a Valderrama– me llamó. Estaba ingresado en el Hospital Macarena. Me cogió de la mano y me dijo que el Padre había sido el hombre más bueno del mundo... De algún modo fue precursor de lo que con el tiempo sería el medio rural, cuando decía que el agricultor tenía que ser también empresario.
Y luego están, me dicen, toda esa gente anónima que tanto les ayudó: el panadero, el hombre de la tienda que nos aguantaba meses y meses la deuda porque no teníamos con qué pagar... O aquéllos que iban y lo pagaban de su bolsillo sin decirnos nada... ¡Tantas cosas bonitas y grandes que nunca podremos olvidar!
Me entregan varios testimonios escritos, de dos antiguas alumnas de Elcható, y un tercero de un padre de alumnos, que doy resumidos, procurando respetar el calor de sus palabras:
MANOLI AGUILAR es de Brenes. Nos dice que su infancia fue normal, como la de casi todos los niños de su pueblo. A los 14 años, después de haber obtenido el "certificado de estudios primarios", sus padres la llevaron a la EFA recién creada en Brenes. "Allí aprendí muchas cosas, pero, sobre todo una serie de valores que aun hoy, a mis 48 años, me están sirviendo de mucho. En aquella mi segunda casa me enseñaron a ser compañera, a que me preocupara por las demás, a ser positiva y un largo etc." Estuvo en el Centro de Promoción Rural y, después de alumna, fue monitora. Se casó y se fue a Madrid, regresando más tarde a su pueblo donde se dedicó a la enseñanza y hace frente a una prueba importante en su vida. Es madre de familia. Y le ha tocado convivir con un cáncer de mama, "y creo que todo lo que aprendí con esa gran familia, es lo que me da fuerzas para ir venciéndolo. Estoy tranquila, me acuerdo de aquellas charlas en la tutoría, cuando me decían que había que luchar por los ideales. Que había que vivir con alegría, ver el lado bueno de todas las cosas y, sobre todo, tener FE con mayúscula. Yo la tengo, me he aferrado a ella y no pienso soltarla nunca. Al levantarme cada mañana doy gracias a Dios por aquellos años y por la suerte que tuve de "tropezar" con esa escuela que tanto me enseñó... Tanto que, a pesar de mi enfermedad, no me cambio por nadie... Soy feliz con mi familia y todo lo que les he dado estos años atrás, ellos me lo devuelven..."
MARIA DOLORES ABATO tiene 42 años y tres hijos, antigua alumna de Elcható y Yucatal. La formación cultural y humana que recibió en estos centros ha sido vital en su vida. Da gracias a sus padres por haberla confiado a estas educadoras.
"En mi pueblo me han dicho muchas veces: Tenéis un sello especial las que habéis estudiado en Elcható. Y es así, nos han enseñado valores tan importantes como la familia, la educación, la sinceridad, el saber escuchar, implicarse en todos los temas de nuestro entorno. Al salir de la escuela me fui a Salamanca, situación que me obligó a madurar lejos de mis padres. Actualmente vivimos en Camas y, junto a la alegría de mi marido y de mis hijos, la vida me ha deparado la sorpresa de que hace más de un año me realizaran una masteotomía y me pusieran en tratamiento de quimioterapia con sus consiguientes efectos secundarios de sobra conocidos. Es duro enfrentarse a esta enfermedad, pero con el apoyo de mi marido, de mis hijos y de toda mi familia, todos hechos una piña, también con mis amigos y vecinos, que no dejan de ayudarme, les doy las gracias a todos, lo voy superando. También doy las gracias a todos los que rezan por mí y me llaman para animarme, pidiéndole al Beato Josemaría (llevo su estampa en mi cartera) que me dé fortaleza. Ahora, al cabo del año, tengo que someterme a nuevas pruebas, con miedo pero con fe, sigo pidiendo al Padre que me ayude a sobrellevar con optimismo lo que el futuro me depare, gracias a la formación recibida me encuentro fuerte. Recuerdo un slogan que pusimos en una fiesta de padres en la EFA: "Preparación de la vida para la Vida".
ANTONIO, agricultor y gestor que fue de Elcható y Molino Azul, hace un amplio recorrido en torno a la vida de estas Escuelas. Padre de tres hijos, dos mujeres y un varón. Siempre estuvo preocupado por encontrar un centro idóneo para sus hijos de acuerdo con sus creencias y convicciones, como el dice. "Tuve la suerte de nacer en una familia humilde, trabajadora y, sobre todo, cristiana”. Conoció la EFA, se entrevistó con su directora (su hija mayor se preparaba para pasar a una enseñanza superior) y la directora le convenció para que asistiera a una de las reuniones de padres para que conociera en que consistía la enseñanza que se daba en Elcható. Escuchó lo que allí se dijo y le gustó, aunque no acabó de entender aquello de la alternancia, y decidió mandar a su hija a la Escuela, de lo que no se ha arrepentido nunca... Su hijo iría a Molino Azul, en Lora del Río, y su segunda hija iría también a Elcható...
Se incorporó al Comité gestor de ambos centros, que tenía el cometido de coordinar el trabajo sobre charlas a las familias, invitar a profesionales cualificados, visitas de alumnos a empresas, entrevistas con personalidades del mundo rural, economistas, etc.
Por su dedicación y amor por los demás, recuerda con cariño a Juan Ternero y a Juan López, que siempre dieron lo mejor por la escuela. A José María, el presidente, ya fallecido, a Valderrama... y muchos nombres más, de los que no olvida a Mari Carmen Entrenas y Angélica...
"En ese corto periodo de tiempo –dice– me empapé de casi todo y mis dudas se fueron despejando, comprendiendo lo que era la educación integral en el medio rural, que era la que quería el Fundador del Opus Dei."
Habla Antonio de sus padres que tantas cosas buenas le enseñaron. De su niñez en su pueblo... Y de aquellas visitas a las familias del campo invitándoles a que enviasen a sus hijos a la EFA de lo que nunca se arrepentirían...
XII. Colaborando en la promoción de la mujer
No podemos olvidar la labor importantísima desarrollada en estos años por las EFAs femeninas de Andalucía. Nos referimos a los dos Centros de Promoción Rural existentes en nuestra tierra, como son Yucatal, en Posadas (Córdoba) y Elcható, en Brenes (Sevilla). Ambos centros comenzaron su andadura en el curso 1969/70, tiempo nada fácil, ya que costó mucho hacer entender a las familias del campo la necesidad de que también las hijas se preparasen para desempeñar un papel propio en la sociedad, además del importante papel que habrían de representar en el ámbito familiar. Siempre se planteó como objetivo de la formación de la mujer rural ir más allá de lo meramente profesional: se pretendía una promoción humana y cristiana, integral, que abarcase todas las facetas de la vida. Esto suponía mucho más esfuerzo, pero merecía la pena.
En los años siguientes, nuevas EFAs fueron naciendo en toda España, y Yucatal y Torrealba iniciaron lo que entonces se llamaba Segundo Grado de Formación profesional: es decir, recibían alumnas y alumnos de otras EFAs de toda España, que querían seguir completando su formación profesional. Esto les convirtió en lugar de encuentro de un alumnado procedente de toda España y de otros países en los que la pedagogía EFA también iba cuajando: Portugal, Filipinas, diversos países de Iberoamérica...
YUCATAL
Posadas, junto al Guadalquivir, a 32 K. de Córdoba. Cultiva algodón, cereales, remolacha... Caza mayor y menor. Matadero. Es famoso su “queso de cerdo”. Maquinaria agrícola y aceitera. Fiestas en primavera...
Es ahora María del Carmen Aguilar Corredera, directiva de esta EFA, la que nos habla de los primeros tiempos de Yucatal.
“Al tomar el bolígrafo para escribir, mi imaginación se ha ido a una entrañable tertulia que se celebró hace años. Hablaba María del Carmen Entradas, una de las primeras monitoras que trabajaron en las EFAs: en este caso, en Elcható, situada en Brenes, Sevilla. Siempre me ha gustado hablar con aquéllas que disfrutaron la dicha de abrir surco en la labor de promoción y desarrollo de las primeras Escuelas Familiares Agrarias”.
Hemos de decir, que entre esas pioneras se cuentan Teresa María Pérez Payán, que luego habría de colaborar durante años en la dirección central de las EFAs en Madrid; y también Valen Azaña, primera directora de Yucatal; Antoñita Domínguez; y la propia María del Carmen Entradas, que seguía rememorando en ese ambiente familiar de tertulia:
“Las primeras niñas venían de pueblos de las provincias de Córdoba y Sevilla. Las monitoras habían acudido casa por casa explicando a las familias lo que harían sus hijas en la Escuela. Era tal el entusiasmo y convencimiento que transmitían, que se llenó la casa de alumnas... Digo casa porque esos son nuestros centros.
Empezó aquel primer curso académico y no teníamos puertas ni ventanas. La noche anterior al comienzo de las clases pusimos plásticos para que no se llenaran las aulas de bichos, porque en los alrededores había muchas plantaciones de algodón, que había sido atacado por una plaga de gusanos...
Estuvimos entre andamios y albañiles... seis meses. Pero todo tuvo su lado bueno: aquellos hombres también se beneficiaron de la formación humana y cristiana que impartíamos. Recuerdo que en Navidad todos pusieron en sus casas el Nacimiento...
La primera directora, Valen Azaña, se ocupó desde el primer momento de hacer participar a los padres en el proyecto educativo de sus hijas. Organizábamos los grupos de trabajo para las familias: en uno de ellos se hizo famosa una frase: “si yo mejoro, mejorarán los que están a mi alrededor”. Muchos, también no relacionados directamente con la Escuela, hicieron suyo esta especie de lema. Y todos, padres, profesoras, alumnas, aportaban ideas, tiempo, dinero y cosas materiales tan necesarias como la misma comida”.
Para quien mira desde fuera, es fácil notar cómo ya en los comienzos de las EFAs, lo que valía de verdad era la ilusión y la seguridad de que aquella labor saldría adelante, porque agradaba mucho a Dios y porque haría un bien muy grande a la gente del campo.
Sigamos con la tertulia en que se recordaban los comienzos: “En la instalación de nuestro primer oratorio el dinero llegó a través de las propias alumnas y de los proveedores. Además, para cuadrar las cuentas, recogíamos algodón los fines de semana... Todas trabajábamos mucho, y nos lo pasábamos muy bien.
Poco después, y esto fue un motivo de grandísima alegría, llegaron los proyectos de expansión de las EFAs por otras regiones: La Planilla (en la Rioja), El Llano (en Guadalajara), La Ginesta (en Lérida), La Noria (en Zaragoza)... Casi todas comenzaron con la solera de algunas antiguas alumnas de Elcható y Yucatal, de manera que nosotras estábamos comenzando continuamente”.
Ahora es María del Carmen Aguilar quien habla en primera persona: “Yo llevo más de quince años trabajando en el Centro de Promoción Rural–EFA Yucatal. Son muchas las anécdotas que me han ocurrido durante este tiempo. De la mayoría son protagonistas las antiguas alumnas, que son `el mejor producto de la EFA´: ellas son las que han influido verdaderamente en la mejora de sus pueblos, en los que suelen permanecer, participando activamente en la vida social de muchas maneras: como madres de familia preocupadas por la educación de sus hijos (muchas son impulsoras de asociaciones de madres y padres de alumnos); como trabajadoras, sabiendo compaginar trabajo y familia; y también algunas como emprendedoras, empresarias que han formado cooperativas o sociedades con otras personas de su entorno.
Recuerdo, a propósito de las cooperativas, que una antigua alumna me contaba cómo cuando iba a las asambleas de socios de su cooperativa, al principio todos los hombres la dejaban sentada en un lugar aislado: no era normal que asistieran mujeres y a ella no le importó, puesto que poco a poco fue superando aquellas distancias...
Una tarde se presentó en Yucatal otra antigua alumna, bastante rebelde en sus años escolares. Me saludó con un abrazo fuerte y me dijo: `Mari Carmen, he cambiado. ¡Quién nos iba a decir a ti y a mi en aquellos años que acabaría siendo gerente de una empresa grande, y que podría ayudar a instituciones dedicadas a los más necesitados!´.
Hay también antiguas alumnas preocupadas activamente por la política, que se han presentado como candidatas en elecciones municipales. Varias son tenientes de alcalde o concejales...
Todos los años celebramos las fiestas de Navidad, que son tan entrañables, con unas paellas que se hacen por grupos, mientras los niños juegan. El capellán celebra una Misa navideña, y en la tertulia cantamos villancicos... En la fiesta nos juntamos ahora al menos cuatro generaciones.
Una mujer me contaba que ella se había criado en el campo, sin ninguna formación. A los dieciocho años pidió recibir la Primera Comunión, y para eso tuvo que aprender a leer. Años más tarde, ya casada, quiso ir a la Escuela de Adultos, sólo para saber más cosas de Jesucristo. Ahora participa en medios de formación que imparten personas del Opus Dei en su pueblo. Su marido no quería que acudiera a esas actividades, pero ella seguía... Un día se la encontró, y le protestó diciendo que eso no eran más que tonterías, que le “comerían el coco”. Zanjó la cuestión diciendo que si el salía con sus amigos e iba donde quería, ella también. Sigue yendo a esas charlas que le hacen tanto bien, y de vez en cuando viene a que recemos juntas el Rosario...
Y es que la mujer bien formada en todos los aspectos, profesional, intelectual, humano–social y cristiano es capaz de dejar huella en toda la familia”.
No podemos recoger todas las anécdotas. Se ve que la riqueza de la labor humana y social de las EFAs va mucho más allá de lo que pueden cantar las estadísticas: hay mucha vida empeñada en estas labores.
Sigue relatando nuestra corresponsal en Posadas: “En unas jornadas de Puertas Abiertas, en el año 1999, la directora de un Instituto de la Mujer, mirando unas revistas antiguas realizadas en las EFAs, me comentó su sorpresa al comprobar la actualidad de los artículos; le llamaba la atención cómo ya desde los comienzos de estos centros se valoraba el papel social de la mujer”.
Terminamos con una anécdota significativa, que ojalá sirva de marco a lo que este libro pretende reflejar. Cuenta María del Carmen: “La madre de una alumna comentaba al acabar una actividad de la EFA: `No sabes lo que me sirven estas cosas que escucho aquí. Luego me paro a pensar y me digo: ¡Cuánto puedes hacer todavía!... Esto mismo pensaba yo en estos momentos, al escribir estos relatos: ¡Cuánta labor puede hacer en el medio rural las Escuelas Familiares Agrarias!”.
Y el recopilador de este relato, se permite un comentario más, casi obvio: con gente así, que conserva la ilusión en la labor emprendida, sin cansarse con el paso de los años: ¡Cuánta labor seguirán haciendo las Escuelas Familiares Agrarias!
ELCHATÓ
Brenes, a la margen izquierda del Guadalquivir, en una planicie. El río abraza la villa, que dista 21. Km. de Sevilla. Algodón, cereales, remolacha, ganado. Tiene una iglesia mudéjar del siglo XV y un retablo barroco del XVII. Pinturas de Herrera “El Viejo” y de Pacheco.
Igual que la EFA Yucatal, la de Elcható, en Brenes, viene desarrollando una importante labor formativa y apostólica entre las alumnas y sus familias. Claro está que esta siembra no es casual, como comentaban hace poco en la EFA recordando aquellos primeros tiempos. Recordaban en esa reunión, con aire familiar, cómo el Fundador del Opus Dei, hace años, emprendió un viaje largo y penoso (eran tiempos de guerra) para ver a alguien que le necesitaba. Sacó en la taquilla de una estación un billete de ferrocarril de ida, hasta donde alcanzase el dinero que llevaba en el bolsillo y, cuando se apeó del tren, resultó que la estación alcanzada era precisamente la antigua de Brenes: Dios quiso traerle hasta aquí. Seguro que su oración de entonces fue una siembra para toda la labor apostólica que se habría de realizar, con el tiempo, en y desde Brenes. Por eso no tiene nada de extraño que la primera EFAs femenina de España fuera la de Casablanquilla, a la que más tarde seguiría Elcható...
La ayuda espiritual del Beato Josemaría ha sido siempre como una lluvia fina sobre esta tierra. Desde el cielo, sigue completando la labor que comenzó gracias a su amor por la gente del campo extremeño y andaluz. Por eso es tanta la devoción que se le tiene aquí. Me hablan de aquella chica que vivía apartada de la fe y que, a petición de su madre, sus amigas rezaron por ella, e incluso la invitaron a ir a Roma a la beatificación del Fundador de la Obra, de donde vino cambiada. O de Eduardo, agricultor y padre de dos alumnas, que desde que conoció al Beato Josemaría, no iba al campo sin llevar un ejemplar de Camino siempre en su bolsillo. O aquella señora, madre también de dos alumnas, que tiene la estampa del Beato puesta en la cocina y todo se lo encomienda. O lo que le pasó a Pepi, alumna, que como no encontraba trabajo, se encomendó a la intercesión del Fundador de la Obra, y a los pocos días ya estaba trabajando...
—Yo, antes de ser alumna de Elcható –cuenta otra– estuve un tiempo hospitalizada. Alguien, ahora no recuerdo quién, me dio una estampa del Beato Josemaría, que puse en el cabecero de la cama. Cuando dejé el hospital decidí estudiar en la EFA. Y un día, cuando los padres venían a la escuela para las reuniones, mi madre se encontró al entrar con una estampa igual a la que ya conocía. “Vaya (dijo) pensé que a este sacerdote no lo volvería a ver...”. Al ver la educación que yo recibía en la EFA, no dejaba de repetir que había merecido de verdad la pena que su hija viniera a esta escuela...
Algo parecido cuenta una chica de la Obra. También su madre, cuando vio la formación que daban a su hija, la delicadeza con que trataban a la gente, ella, que tenía tantos trabajos en su casa, comentó a las profesoras que estaría contenta si el Señor se fijara en su hija para la Obra...
—Y aquí estoy, ríe feliz.
“Esta Navidad nos pasó a mi hermana y a mi (las dos son de la Obra, antiguas alumnas de Elcható) una anécdota simpática. Estábamos oyendo Misa en una iglesia del centro de Sevilla, cuando se nos acercó una señora de Brenes que venía algunas veces por Elcható y nos dijo que un hijo suyo estaba enfermo, y que le encomendáramos su curación al Padre (se refería al Fundador de la Obra). Nos pidió además que lo dijéramos a otras personas de la EFA, para que rezaran también por esta intención. Esto nos puso a rezar por esa intención...
Muchas anécdotas están relacionadas con la formación humana que se imparte en la EFA: con las normas de comportamiento y de urbanidad. Decía una alumna:
—Asistí con mi novio a una cena organizada por su empresa, y entonces me di cuenta de la importancia de haber aprendido en la EFA ¡hasta a utilizar correctamente los cubiertos!
—Yo vine a la Escuela, dice otra, en el curso 1969/70. Apenas tenía preparación: sabía medio escribir, las cuatro reglas, y poco más. Pero enseguida me incorporé al ritmo de las demás, y también pude asistir a los medios de formación espiritual que me ofrecía la EFA con las demás alumnas...
En Elcható recuerdan con particular cariño a D. José María Aguilar, padre de Rafaela, una alumna de la Escuela, ya fallecido, que conoció el Opus Dei a través de la EFA, y así recibió de Dios la vocación como Supernumerario.
—Hoy está en el cielo. Fue presidente del Comité Gestor de la Escuela y gracias a su generosa colaboración se consiguieron muchas cosas. Él fue quien mostró más interés al principio por que Rafaela estudiara en la EFA. Toda la familia tiene mucha devoción al Beato Josemaría, al que recurren con mucha frecuencia en busca de ayuda. Y es una devoción que han sabido transmitir a sus hijos.
—Un sobrino de Rafaela, estudiante de Secundaria, aprovechó la cena de Navidad, cuando estaba reunida toda la familia, para recordar que el 9 de enero se celebraría una Misa en la Catedral para conmemorar el Centenario del nacimiento del Fundador de la Obra. “Me gustaría que fuéramos todos...” Y no faltó nadie: allí estaban los abuelos vivos, los padres, los tíos, los hermanos... rezando unidos y dando gracias a Dios por los bienes recibidos a través del Beato Josemaría.
El recuerdo común más entrañable que conservan en la EFA Elcható es la visita que hizo la primera promoción de la Escuela a Pozoalbero, para conocer personalmente al Fundador de la Obra. Fue en el año 1972. En aquellos encuentros se suscitaron temas de interés para aquellas mujeres jóvenes.
—Yo estoy en una EFA, –preguntó una monitora–: ¿cómo he de hacer para que la gente del campo quiera más el campo y no se vaya de él?
El Beato Josemaría se refirió entonces a su ilusión por que la labor de las EFAs sirvieran para ese propósito, y le animó a que en casa de sus padres –y luego en la suya– se comportara de modo que fuera un hogar limpio y alegre, agradando de ese modo a Dios y a los demás.
Aquellas chicas jóvenes no han olvidado aquel encuentro.
Son muchas las historias, los recuerdos y anécdotas en torno a la figura del Fundador del Opus Dei, que forman parte de la tradición viva de la EFA Elcható. Adquieren especial relieve, por la ilusión que ponía en estos temas el Beato Josemaría, las pequeñas historias relacionadas con la vida cristiana de las personas que están alrededor de la EFA. Son historias íntimas, de las que sabe sólo Dios y los interesados. Algunas trascienden, y mueven a dar gracias a Dios por su bondad: es el caso de aquellas alumnas que, después de un año en el que la EFA estuvo cerrada, decidieron confesarse para recuperar el tiempo perdido...
Yucatal, Elcható... Muchas pequeñas historias de gente que es un poco más feliz. La semilla del campo, que va dando sus frutos...
XI. En el Sur, en toda España, en el mundo
ENRIQUE PARIENTE
Estrenó Granada primavera, casi verano con la subida de los termómetros. Los árboles estallan en floración. ¿Qué ha pasado de repente? La ciudad se ha llenado de luz anticipada. Más allá del río –¡el Genil!– el dibujo níveo de la Sierra bajo el cielo azul. Es Domingo de Ramos y huele a palma y a ramo de olivo verde. Ahora, a las cinco de la tarde, la sala biblioteca en que nos encontramos bajo la mirada del Beato Josemaría, magnífico retrato al óleo, es un remanso de paz y silencio. En torno a la mesa, Enrique Pariente y el que esto escribe.
Enrique Pariente, madrileño, joven, alto, sano y deportista, es el presidente de la Federación de EFAs que comprende las provincias de Granada, Málaga, Jaén y Almería. Muchas personas como Enrique siguen hoy escuchando la llamada del Beato Josemaría para colaborar en la promoción de la gente del medio rural. Me habla de las EFAs de Chauchina y Aguadulce, El Soto y Campomar, y del proyecto de extenderlas pronto a Jaén.
Enrique tiene cuarenta y seis años, está casado y tiene cuatro hijos. Es licenciado en Geografía e Historia. Vino a Granada hace diez años y aquí se encuentra como en su propia tierra. Tiene una mirada entre tímida y abierta. Como siempre hago en mis entrevistas, le pido que me hable de lo que quiera. ¿Qué considera esencial de las EFAs?.
—Llevo cuatro años colaborando con las EFAs y, desde el principio, no han dejado ser una sorpresa para mí. Puedes imaginarte lo que supuso asumir la presidencia de la Federación. De las EFAs apenas si la gente sabe algo, mucho menos en Madrid. Era mi caso...
Nos cuenta que es un reto apasionante para un directivo de empresa como él. Desde sus primeras visitas le sorprendió el buen ambiente que se vivía entre profesores, padres, alumnos y antiguos alumnos.
—Es un ambiente familiar entrañable, poco corriente...
—¿Crees que el mundo de las EFAs, que surgió en un momento oportuno para el campo, tiene hoy futuro? ¿Siguen siendo válidos los argumentos de sus inicios?
—Aun habiendo cambiado muchos de los contenidos del mundo rural, porque los tiempos y las circunstancias también han cambiado, no por eso han dejado de ser necesarias estas Escuelas, ahora Centros rurales de formación integral. A nuevos tiempos, nuevos objetivos. Sigue siendo esencial que los hombres del campo no abandonen su hábitat. Hay que darle al campo lo que demanda. Hay por delante retos importantes como el turismo rural, por ejemplo. La gente añora sus orígenes y son muchos los que vuelven la mirada buscando la alegría y la paz a veces tan lejanas en las grandes urbes.
—Cierto que el nivel económico y cultural del medio rural no es el de hace años: ahora los padres tienen otros proyectos para sus hijos. La introducción de las modernas tecnologías y las nuevas técnicas del mercado agrícola han supuesto una auténtica revolución en este medio, como puede comprobarse en el Poniente almeriense. Se han modificado los roles de los años sesenta y anteriores. Hoy los padres se plantean de manera resuelta la presencia de sus hijos en la universidad. Por eso la preparación que se da en las EFAs necesariamente tiene que estar a la altura de las nuevas demandas. Muchos antiguos alumnos de las EFAs, gracias a su formación integral, han podido acceder a puestos importantes en la administración y en el mundo empresarial...
—¿Entonces?
—Cumplida esta primera etapa de las EFAs, actualmente nos encontramos en un momento interesante de cambio...
—¿Qué se pretende?
—Desde luego, seguir la labor y el camino de los primeros, dándole al campo lo que más necesita: hombres emprendedores y bien formados, preparados cultural y socialmente, capaces de nuevas ideas de promoción empresarial que eviten su caída. Es verdad que en algunos lugares ese cambio ya se ha emprendido y con éxito. Algunos de nuestros alumnos deciden seguir sus estudios en las facultades de económicas o en las escuelas de ingeniería. De cualquier manera, las promociones EFA suelen estar muy prestigiadas y son muy solicitadas...
También pretendemos abordar el fenómeno de la emigración. Este es un capítulo que requiere un cuidado especial. Creo que las EFAs están llamadas a cumplir un papel importante en este sentido, formando inmigrantes, mediante los oportunos convenios de cooperación, para que aprendan también a desarrollar sus países respectivos con el sistema que nosotros hemos implantado en el nuestro. Se contribuiría a una importante labor social.
Se detiene Enrique para decirme enseguida que lo que más le ha llamado la atención de las EFAs en estos años es su carácter asociativo, la plena colaboración de los padres.
—Los padres participan con entusiasmo en todos los actos de las EFAs. Saben que los centros son de ellos. Y, en este sentido, la labor apostólica que en ellos se desarrolla, es de primer orden. Saben que sus hijos están en buenas manos, que se les educa para ser hombres de bien, que se les da una magnífica formación profesional y cristiana. Yo me siento muy contento de poder contribuir a una iniciativa tan maravillosa...
Le pregunto todavía, qué persona de las EFAs más le ha llamado la atención por sus cualidades humanas. Me contesta rápidamente:
—Han sido muchas, pero de manera especial, Juan Robledo. Es un hombre importante por sus condiciones humanas y cristianas. Por su sencillez y sabiduría natural.
La tarde se diluye entre el verde de la calle y el azul del cielo. Primavera. Hablamos de otras cosas, de los caminos que Dios va trazando en el tapiz de nuestra vida y como nos va llevando poco a poco, sin darnos cuenta, a su terreno...
JUAN CANO, PRESIDENTE DE UNEFA
Es temprano en Granada cuando, después de oir Misa en la iglesia de los Jesuitas (Gran Vía), nos dirigimos a Córdoba por Alcalá la Real. El cielo se despereza y el sol extiende su rutilante luz sobre los campos de nuestra rica tierra andaluza, campos verdes y cobrizos de la naciente primavera. Desayunamos en una cafetería del camino y, después de una larga carretera, –el coche está en buenas manos– sobre las diez de la mañana, entramos en la Avenida de la Victoria, entre palmas y naranjos. Delante del Hotel Meliá nos espera el ínclito Juan Robledo quien nos hace señas con la mano, sin soltar el móvil de la otra: avisa a Torrealba que hemos llegado a Córdoba, que todavía tardaremos un poco... Pero la espera será larga... Antes nos espera otro encuentro realmente importante para este libro, como será el que tendremos en su despacho con D. Juan Cano Ruano, presidente de UNEFA desde l984.
Juan Cano, cordobés, hombre de empresa, joven y abierto, es perito agrícola y licenciado en ciencias empresariales. Padre de nueve hijos, su título más flamante. Juan conoce desde sus orígenes todos los avatares de las Escuelas Familiares Agrarias. Sucedió a Joaquín Herreros como presidente de UNEFA en la Asamblea de La Coruña de l984. También es presidente de la Asociación Internacional del Movimiento Familiar de Formación Rural, con sede en París, elegido en Annecy en l987 y reelegido posteriormente en las asambleas de Sevilla (l992), Brasil (l996) y Bruselas (2OOO). El motivo de estas reelecciones nos lo aclara mientras sonríe:
—Se trata del reconocimiento al buen hacer de las asociaciones españolas que, pese a ser Francia la madre de todas, son las que mejor han sabido plasmar los sistemas pedagógicos nacidos de la alternancia... Es nuestro modelo el que ahora copian todos los países por su mejor nivel de adaptación y acomodación a la situación de cada uno de ellos.
Habla Juan Cano en presencia de Juan Robledo, mi acompañante, otro veterano de las EFAs, quien interviene recordando los tiempos iniciales de Torrealba –la famosa finca de San Andrés– y la Granja–Escuela, que pronto pasó a ser Escuela de Capataces.
—Recuerdo con cariño –dice– a los hombres de aquellos primeros momentos como Francisco Corazón, director que fue del centro y uno de los primeros Supernumerarios del Opus Dei en Córdoba, que colaboró en la puesta en marcha de numerosas iniciativas sociales en beneficio de los demás; José Manuel Gil de Antuñano, también ingeniero agrónomo, y los hermanos Andrés y José María Guerrero. José María sería el primer presidente de Torrealba. Naturalmente sin olvidar a don Javier Fernández Pacheco, ahora sacerdote del Opus Dei, ingeniero agrónomo, que sucedió a Francisco Corazón.
Continúa Juan Cano:
—En septiembre de l962 se invita a la Granja Escuela, que sería germen de lo que vendría después, a participar en cursos sobre maquinaria y plagas. En l963/64, empezó la enseñanza reglada con gente joven, con apoyos de la Dirección General de Capacitación Agraria, creando la Escuela de Capacitación Agraria en la finca de San Eduardo, de la familia Molleja, que recibe el nombre de Torrealba por el pequeño torreón vigía que había en la finca. Son los tiempos de Manolo Verdejo, de Florentino Matías Armenteros, tío de Pepe Borrego, que durante cinco años colaboró lleno de entrega y de eficacia en la dirección de las EFAs de Granada y Almería y ahora trabaja en el departamento de formación de UNEFA, en Madrid.
Llaman por teléfono a Juan Cano y aprovecho su ausencia para observar como por el ventanal que da a la Avenida de la Victoria la luz se filtra tenuemente. Papeles sobre la mesa. Cuadros, un pequeño retablo de plata con los misterios de Nuestra Señora, un retrato con cita de don Santiago Ramón y Cajal...
—En l964 –regresa Juan– Torrealba fue bendecida por el Fundador del Opus Dei con un emotivo mensaje. Ese año fue designado director de la Escuela Javier Fernández Pacheco, secretario Manuel Ordeig y yo fuí nombrado jefe de estudios. Y ya en l967, como resultado de los estudios realizados en el medio rural de España, Francia e Italia por Joaquín Herreros y Felipe González de Canales, Torrealba pasó a convertirse en una Escuela Familiar Agraria, siguiendo el modelo francés de las “Maisons Familiales”... Y así fueron surgiendo las demás EFAs... Molino Azul... Casablanquilla...
Observo cerca de mi una esfera del mundo. Pienso en la vocación viajera y empresarial de Juan Cano, en sus desplazamientos por Europa y América...
—En l97O se dejó el arrendamiento de la finca y se trasladó la EFA a Almodóvar del Río, donde se encuentra ubicada actualmente, en la carretera de Palma del Río, km. 21.
Comenta los primeros tiempos de la Granja Escuela de donde salieron los primeros profesores–monitores de las EFAs.
—Muchos se convirtieron en ingenieros técnicos, simultaneando estudio y trabajo. Torrealba fue el “buque insignia” de todo lo demás. Tuvo una gran fuerza social y humana. Los monitores que salieron de ella tenían una gran talla profesional. Sin ellos no hubiera sido posible el milagro de las EFAs. Yo me refiero siempre a la riqueza humana y geográfica, a esa convivencia de todos, a la cohesión que se consiguió con gentes de otras procedencias que aquí venían.
—¿Y quién fue Francisco Molina?
—Francisco Molina fue uno de los primeros. Era un técnico de gran valía. Estuvo poco tiempo entre nosotros, enseguida se marchó a Madrid. Dejó un buen recuerdo en los que tuvimos la suerte de conocerlo...
—¿Y Joaquín Herreros?
—La personalidad de Joaquín Herreros es incuestionable. En l975 dejó las EFAs y fundó Jóvenes Agricultores, un movimiento sindical formativo y social. Nunca perdió su inquietud por el campo y las cuestiones sociales.
—Las EFAs tienen su base actualmente en tres pilares importantes: los estudios realizados por Joaquín Herreros y Felipe González de Canales, la creación de UNEFA y la Asociación Internacional del Movimiento Familiar de Formación Rural. Gracias a estas tres aportaciones clave, las EFAs, actualmente, siguiendo nuestro modelo, se están extiendo por todo el mundo, especialmente en países de Africa y América. La asociación más importante sin duda es hoy Brasil, con ciento cuarenta Escuelas. Todo un récord. Tienen hasta una Universidad y su prestigio es tanto, que el actual Ministro de Agricultura de Brasil era el presidente de la EFA del alto Paraná. Y así podríamos hablar de Argentina, Colombia, Venezuela, Uruguay, Honduras... Portugal... Filipinas... Méjico...
—¿Obra de UNEFA?
—Pienso que efectivamente ha sido decisiva la actuación de UNEFA. Actualmente se trabaja en proyectos para Méjico y República Dominicana. Y Camerún... La próxima Asamblea será en el año 2004, en Uruguay. La anterior fue en Bruselas, a la que asistió Romano Prodi y se acordaron importantes conclusiones que están publicadas.
Nos promete un ejemplar.
No quiero dejar de agradecer –prosigue Juan Cano– las ayudas que las EFAs reciben de las Obras Sociales de las Cajas de Ahorros que, en algún caso, llegó a convertirlas en Obra social propia...
Pasamos al terreno de las anécdotas.
—En Rioja –nos cuenta– un buen hombre, Juanillo le dicen, nos contó que tenía dos hijos, uno fue a la Universidad y el otro a la EFA. Al cabo del tiempo, el de la Universidad estaba en su casa, sin trabajo, perdida la ilusión... y el otro es un hombre de negocios, ha prosperado y vive feliz... La moraleja de esta historieta es que en las EFAs la enseñanza descansa sobre dos principios básicos: la capacidad de análisis y la capacidad de síntesis. ¿Y cómo se consigue esto con hombres del campo? Pues mire usted (comentaba un aragonés del campo) pues aplicando las enseñanzas de mi abuela cuando enseñaba a bordar a sus nietas y dejaban de trabajar para preguntarle. Mira, les decía la abuela, preguntad lo que queráis sin dejar de trabajar y yo os contestaré... Es decir, se aprende sin dejar de trabajar... Es el secreto de la alternancia...
Es un placer conversar con Juan Cano, tan experimentado y conocedor. La luz de la mañana quiere ya alumbrar el cierre de la ventana. Córdoba huele a azahar.
—Todo lo que hacemos –me confiesa mientras nos despedimos– se basa en una concepción cristiana de la vida. Es nuestra tarea ineludible... El itinerario jurídico de las EFAs ha sido largo y complicado. Existe un estudio pormenorizado sobre este recorrido. Pero las cosas que Dios quiere, como decía el Fundador del Opus Dei, siempre salen adelante...
TORREALBA, HOY
Centro de Promoción Rural. Es Juan Robledo esta vez quien me lleva en su coche hasta este hermoso centro desde la Avda. de la Victoria de Córdoba. El cielo se pinta de un azul encendido. Las doce del medio día: hora del Angelus. Las calles de la ciudad, en su salida, se encuentran en obras. Nos dirigimos hacia la carretera de Palma del Río, al Km 21, a la vista de Almodóvar encaramada en su castillo. Torrealba es el “buque insignia” que nos decía Juan Cano: ciclos formativos de grado medio (Agricultura intensiva, Jardinería y Medio ambiente), Ciclos formativos de Grado Superior (Administración de sistemas informáticos, Gestión y organización de empresas agrarias) Bachillerato (Humanidades y Ciencias sociales, Ciencias de la Naturaleza y de la Salud)...
Marchamos a gran velocidad, porque el día avanza y porque en Torrealba hace horas que nos esperan. Mientras viajamos, Juan Robledo me habla de las muchas cosas que se hacen en el centro, de su influencia en toda la zona... Él es el Secretario de la Confederación de EFAs de Andalucía y Extremadura, con despacho precisamente en Torrealba.
—Nuestro objetivo es conseguir el desarrollo integral del alumnado. Se trabaja en pequeños grupos con un profesor experto y donde los padres, como ocurre en todas las EFAs, tienen un papel activo. Se realizan frecuentes visitas a empresas, tertulias sobre temas de actualidad, tutorías... Nuestra formación es innovadora y flexible, adaptándonos continuamente a la realidad empresarial, realizando convenios de colaboración mutua. En definitiva: una formación en la vida para la vida, como dice nuestro lema. Para lo cual, más de quinientas empresas nos respaldan. Es la mayor garantía de nuestro trabajo.
Llegamos a Torrealba, entramos por su gran portalón, jardines a uno y otro lado, construcciones de una sola planta, la imagen de un hermoso cortijo andaluz en el campo cordobés. Visitamos el oratorio (de los tiempos de Manolo Verdejo, me dicen) y enseguida pasamos al despacho de Juan Robledo, donde nos esperan. David Lara y Juan Antonio Jiménez. Después se incorporan Paco Rodríguez y Roque Pérez. Y por supuesto, Juan Robledo, imprescindible en nuestra conversación. Veamos:
DAVID
Me dice que es de Palma del Río. Tiene 27 años. Estudió Económicas en Navarra. Lleva cuatro años en Torrealba. Profesor y administrador del centro. También da clases y está encargado de las tutorías...
—¿Nada más?, –le pregunto de manera jocosa.
No parece inquietarse David Lara, a su edad, del peso de sus muchas tareas. Más de ciento cincuenta alumnos, residencia, cocina, comedor... Sonríe. Deduzco que lo que más le gusta son las tutorías.
—¿Por qué?
—Porque uno tiene la oportunidad de ayudar humanamente a la gente.
—¿ Qué cosas más hacéis?
—Tenemos un amplio programa de actividades: Agricultura, Jardinería, Humanidades, Gestión... Se da también una profunda formación religiosa: cursos, charlas, círculos, retiros... Una formación completa en todos los sentidos, siempre en un ambiente de libertad...
JUAN ANTONIO
Juan Antonio Jiménez es cordobés. Cuarenta años. Soltero. Da clases y se encarga también de la promoción de alumnos.
—¿Difícil?
—No. La gente conoce lo que hacemos en Torrealba. El prestigio facilita mucho las cosas.
Me cuenta un par de anécdotas.
—El año pasado vino a vernos un representante de comercio de Marchena pidiendo una plaza de bachillerato para un hijo suyo. El motivo era que había oído hablar de la formación cristiana que damos aquí y quería que su hijo recibiera esa formación. Le enseñé el centro. Alguien le había dicho que si alguna vez tenía necesidad de un consejo, que hablara con uno de los profesores de Torrealba. Se trata de un buen cristiano, con mucha vida interior. A la gente le gusta el trato familiar que se da aquí, por eso no se desvinculan del centro.
Interviene David para decir que a todo esto contribuye el sistema de la alternancia, el trato continuo que se tiene con las familias.
Juan Robledo se refiere a la importancia de las tutorías y a la visita a las familias. Se ve que son temas esenciales, que vamos encontrando en todas las EFAs...
PACO RODRÍGUEZ
Es el director del Centro. Se incorpora en este momento. Está en la EFA desde l971, desde que era un chaval. Antes estuvo en un colegio interno, donde aprendió a rezar. Es el mayor de cinco hermanos.
—Mi padre era del campo. Era un hombre bueno, honrado y formal. Sabía de todo. Estaba encargado de una finca. Estuvimos en Palma del Río. Un monitor de la EFA le dijo a mi padre que por qué no me mandaba a Molino Azul. Así empezó todo. Mi padre venía a visitarme y recuerdo con cuanta ilusión esperaba oir el ruido de su moto cuando llegaba. Yo se lo debo todo a las EFAs. Dos hermanos míos también vinieron. Nunca olvidaré a mi monitor don Manuel Ferriz, que era de Almería. Aprendí muchas cosas.
—¿Aprovechabas?
—Aprendí todo lo que sé. Mi vida estaba entre la EFA y el cortijo donde estaba mi padre. Yo quería mucho a mi padre. Cuando llegaba a la finca, me ponía enseguida a ayudarle. Un día descargamos juntos un camión de abono.
—Luego me eché novia. Ella también estuvo en la EFA. Nos casamos y tenemos seis hijos. La más chica, María, nació hace dos meses.
—La vida en la Escuela era muy intensa. Tenía una gran importancia la alternancia: se diría que era la base de todo. Había mucho compañerismo entre los alumnos. Fuí a Extremadura donde conviví con una familia de la EFA. Teníamos muchas actividades. Después fuí a Lérida también en régimen de alternancia. Estos viajes y estas convivencias fueron muy importantes para mí, ya que conocí otras gentes y otras realidades. Me enriquecieron mucho. Allí me trataban como a un hijo. Cogía mi bicicleta para ir al pueblo. Así estuve tres años.
Mientras habla Juan –gafas, chaqueta azul, camisa abierta– observo cómo pasa por su mente esa película de su vida, esos paisajes de sus días no tan lejanos.
—Cuando terminé mis estudios, pasé a ser monitor. A mí me gustaba la enseñanza y las relaciones humanas. En l973 se pensó convertir Torrealba en un centro de monitores. En l976 fuí de monitor en prácticas a Zaragoza, a la EFA de Zuera, donde estuve dos años. Pero yo quería regresar a mi tierra por mi familia y por mi novia. Vine a Torrealba en l978 como monitor. Algunos de mis hermanos también vinieron a esta Escuela. He conocido a mucha gente en estos años y he tenido que hacer muchas gestiones para la promoción de alumnos.
—¿Y ahora? ¿Qué piensas de la EFA?
—Las EFAs se han ido adaptando en todo momento a las condiciones del campo como a los nuevos tiempos... Tenemos una revista que se titula “Promoción Rural”...
—¿Y tu mujer?
—Mi mujer, Pepi, fue alumna de la EFA. Comparte mi misma vocación. Organiza muchas actividades en mi casa y con mis hijos.
ROQUE
Roque Pérez es de Jaén, de un pueblo que se llama Escañuelo. Estudió bachiller por los años l964/65 y, en principio, no sabía qué camino tomar. Un amigo le habló de las EFAs. Había recibido propaganda de la escuela de Capataces de Córdoba.
—Entonces nos fuimos a la escuela dos chavales del pueblo. Hicimos un curso de maquinaria y después nos hicimos capataces. En ese tiempo conocimos el Opus Dei.
Terminados los estudios de capataces varios compañeros decidieron estudiar ingeniería técnica, en Sevilla.
—En Sevilla frecuentábamos el Club Candilejos, un centro del Opus Dei por el que acudíamos gente joven. Felipe Sánchez un día nos invitó a una tertulia en la que Joaquín Herreros nos habló de las EFAs. Yo estaba en segundo de carrera y la verdad es que entonces no me enteré de nada. Más tarde Felipe nos contó que iban a abrir dos escuelas, una en Brenes y otra en Lora del Río, y que habían pensando en nosotros. Nos explicaron en qué consistían las EFAs...
—Cuando terminamos ingeniería técnica, en l968, tuvimos que hacer las milicias universitarias. Enseguida nos incorporamos a las EFAs. Paco Molina mandó a Cosme, que era mi amigo, de monitor a Torrealba y a mí a Molino Azul. En l97O me mandaron de monitor a Extremadura junto con Paco García Robles, que fue como director.
—Fueron tiempos difíciles, como fueron los principios en casi todas las EFAs. Estábamos en las Vegas Altas del Guadiana, lo que era el Plan Badajoz. Teníamos escasos medios. Recuerdo que de Molino Azul nos enviaron una moto para desplazarnos. Había que recorrer muchas distancias. Los pueblos que visitábamos eran aquellos de colonización. Había que hablar con los agricultores para que enviaran sus hijos a la Escuela, pero muchos desconfiaban de nosotros. No era fácil, no...
—¿Cómo se llamaba aquella EFA?
—Guadaljucén...
—¿Y después?
—Después me marché a Galicia de director de una EFA. Allí también hubo que trabajar mucho. Nos ayudaban muchos los párrocos de los pueblos y de Torrealba nos enviaron monitores en prácticas. Así durante tres años. También nos ayudaban los maestros. Luego vine a Molino Azul como director, donde estuve dos años. Casablanquilla, Torrealba... En Torrealba me nombraron administrador, sin dejar de dar clases, hasta que pasé a administrador de la Confederación EFAs de Andalucía y Extremadura, junto con Juan Robledo, que es el Secretario...
Maduraba la mañana en el amplio paisaje cordobés. Terminamos las entrevistas, visitamos rápidamente la Escuela y, junto con Juan Robledo, mi extraordinario anfitrión, en su coche, regresamos a Córdoba donde nos esperan... Como se nos hizo tarde, tuvimos que hacer un alto para comer. La mañana ha sido espléndida. Por el camino Juan me vino hablando del ancho y largo mundo de las EFAs del que él es uno de sus mejores conocedores. Son muchos los años de fidelidad a este mundo rural... Más tarde, salimos hacia Granada...
X. Ángel Navarro
Ángel Navarro Fernández, hijo de Ángel y Concepción, labradores honrados, nació en Cogollos de Guadix, provincia de Granada, el 28 de julio de l935, un día tórrido de aquel verano anterior a una guerra. Cogollos de Guadix es una aldea de unos mil trescientos habitantes, a mil cien metros sobre el nivel del mar, en la cara Norte de Sierra Nevada, entre el río Lugros y el barranco del Bernal. Otros hijos tuvieron Ángel y Concepción: Antonio, Juan, Josefa y Moisés, maestro en Motril.
En la obra, "Por tierras de Granada", de mi hermano Carlos, en su página 89 (Port Royal, Granada, l997), se dice que "la aldea se nos ofrece como un enorme plano antepuesto frente al camino, al que enseguida enseña con desenfado todas las amplitudes desnudas de una gran plaza conectada con otras zonas también amplias. Y, así, el viajero no tiene más que entrar en el pueblo, para enseguida tener ante sí un frontal descarado del mismo, incluida la iglesia. Asimismo la enorme extensión de su plaza, rectangular, y tan poco morisca. Una plaza que yo siempre he creído un fenómeno urbanístico propio de la Reconquista pero que sin embargo he llegado a convencerme que existía ya aquí –como en casi todos los pueblos del Sened– durante el medievo musulmán, por lo menos en su última época..." Habla mi hermano del aljibe musulmán, en buen estado, que existe en la plaza y de la torre de la iglesia mudéjar, copia de la torre de la catedral de Guadix, de ladrillo y balconcillos...
Hace mucho frío en el invierno en Cogollos. Como que el páramo se cubre de nieve y las nubes bajan hasta el suelo. En tiempos, aquello fue romano, luego sería tierra de moros y, hacia l57O, sería poblado por castellanos. La Patrona del pueblo es la Virgen de la Cabeza y, por San Agustín, como en otros pueblos del Marquesado, se corren toros y se torea en la plaza.
Cuando Ángel nació, como decimos, apuntaba una guerra en España, aunque él anduviera lejos de esa noticia. Segundo hijo, su primer descubrimiento fue aquel paisaje desnudo, los pueblecillos próximos, Jeres, Aldeire, Lanteira, La Calahorra con su imponente castillo, dueño del panorama. Las Minas de Alquife, entonces extranjeras. No eran tiempos fáciles. En cuanto echó los dientes, moreno y garboso, se convertiría en pastor de ovejas y se pasaría el santo día por aquellos campos, con sus ovejas y su perro guardián. Dicen que Ángel era un buen pastor. Que tenía bien enseñadas a sus ovejas. Que aunque entraran a pastar en un sembrado, jamás dañaban el trigo ni la cebada, que sólo se iban al mielgo. ¡Cuántos cielos despejados y cuántos silencios tenía Ángel vistos en aquel desierto! ¡Cuánto viento desatado rugiendo como un lobo! Fue allí, en ese paisaje, donde Ángel se hizo soñador y poeta...
Pasión, su mujer, me cuenta cosas de Ángel, y se le nota llena de cariño y admiración. Los dos eran del mismo pueblo y se conocían desde niños, pero nunca pensó que se casaría con él... Lo dice sin parar de reir.
Pasión es Pasión Vega Molero, hija de Dionisio y Encarnación, agricultores como los padres de Ángel. Se casaron en septiembre de l966. Ángel vivía en la calle Clavel y ella en el Barrio Bajo...
—Nos casamos y nos fuimos a trabajar a Barcelona como tanta gente. Pero estuvimos poco tiempo. La madre de Ángel se puso mala y tuvimos que volver...
Pasión, viuda de Ángel, es mujer valiente y bien plantada. Recuerda aquellos años jóvenes y pletóricos.
—Nos reíamos mucho. Con Ángel una tenía que reírse a la fuerza. Siempre se estaba riendo...
Fue un cuñado el que metió a Ángel en esto de los invernaderos.
—Nos vinimos a Las Norias con mucha ilusión. No hubo más remedio que dejar Cogollos y empezar una vida nueva. Conseguimos una parcela y hasta ahora. Había que trabajar mucho. Luego empezaron a llegar los niños, hasta siete, aunque pudieron ser nueve. La primera fue María, que es Numeraria auxiliar del Opus Dei. Luego Ángel, Miguel, Josemaría, Alvaro, Javier y Carmen Rosa, que es también Numeraria auxiliar...
—A Dalías se había bajado media Alpujarra. Eramos como una familia: todos nos ayudábamos... No es verdad que esto lo hayan hecho sólo los extranjeros: esto lo hicimos nosotros con nuestros hijos, –confiesa orgullosa.
Se vinieron a Las Norias, en el Poniente, que entonces era un erial, una solanera no lejos del mar. Los veranos eran mortales debajo de la tela de plástico.
—Pero había que empezar...
La viuda de Ángel tiene el pelo negro como su vestido. Sonríe recordando aquellos días: la tarea que Ángel, acostumbrado a otros aires, se echó sobre sus hombros. Todo tan distinto a lo que había sido su vida de antes...
—Nuestros hijos estuvieron todos en la EFA de Campomar. Ahora, cada uno ha sabido buscar un trabajo para sacar adelante su propia familia. ¡Si su padre los viera!
Le pregunto cómo fue que Ángel se hiciera de la Obra. Se ríe y me dice que por ella.
—Fui yo la que le animé a ir por los retiros que daba la Obra: pensé que le harían mucho bien Y al final, pidió la admisión en la Obra antes que yo... Corría el año l977, casi al principio del gran desarrollo de la agricultura del poniente almeriense.
—También ayudó mucho don Fernando, usted sabe, ese sacerdote de la Obra al que tanto le gustaba volar...
Se refiere a don Fernando Díaz Sintes, que fuera piloto militar.
—Cuando Ángel se hizo de la Obra su vida cambió por completo. Incluso cantaba más... A Ángel siempre le gustó el flamenco. Cantaba por Antonio Molina y lo hacía muy bien. No podía contener tanta alegría...
—Y hacía muchos versos. Se los sacaba de la cabeza. El no escribía nada. Tenía buena memoria.
Le cuento que una vez le oí yo también recitar en Granada, durante unos días de convivencia y formación. Como no escribía, no ha dejado ninguno de aquellos versos.
También le oí cantar y contar anécdotas relacionadas con los favores que le hacía el Padre. Recuerdo el favor del invernadero, aquel viento huracanado que vino sobre el Poniente y peló los techos de plástico de los invernaderos. Aterrorizado por la ruina que se le venía encima, Ángel se puso de rodillas, y le pidió al Padre que por favor librase el suyo. El viento arrollador pasó de largo y siguió su camino...
—Aquello marcó a Ángel. Fue digno de ver –cuenta Pasión–. Todos los agricultores del Poniente vinieron a ver el invernadero de Ángel y no se lo podían creer. Ángel se lo había pedido al Padre a voces y muy sordo tenía que estar el Padre para no oírlo...
Le pido que me hable de aquel favor de la furgoneta, cuando iban de Granada, creo, a Las Norias...
—Llevábamos la furgoneta averiada y el mecánico le dijo a Ángel que si la cogía lo hiciera bajo su responsabilidad. No estaba en condiciones de ir con ella a ninguna parte. Pero teníamos que irnos a Las Norias y Ángel me dijo: Subiros los niños y tú, poneros a rezar el Rosario y vámonos... La furgoneta renqueaba e incluso se nos cayó una pieza por el camino que yo llevé el resto del camino en mis manos. Yo no sabía para qué servía. Todo el camino fuimos rezando el Rosario... hasta que la furgoneta se detuvo al llegar delante de nuestra puerta, en Las Norias... Y allí se quedó parada... Cuando el mecánico la vió no se creía que hubiéramos venido así desde Granada y menos con aquella pieza que todo el viaje yo había traído en mis manos... Era imposible que la furgoneta hubiera podido aguantar ese tirón... Ángel se reía diciendo que el mecánico no sabía que nosotros traíamos un segundo motor, que era nuestro Rosario... Es mucho lo que Dios ha hecho por nosotros... El Padre ha estado siempre pendiente de las cosas de Ángel: cosa que le pedía, cosa que le daba. Era como un hijo consentido... Yo creo que le hacía gracia, y que por eso lo quería tanto...
Estos sucesos hicieron que Ángel percibiera cada vez más cerca la presencia de Dios en su vida. Un Dios capaz de oír al instante, como un supertelégrafo, sus más mínimas señales de socorro cuando lo normal, parece, es que, por vivir por encima de las nubes, arriba, hacia donde miramos, tarde en recibir nuestras señales. Hasta entonces Ángel había mirado para arriba, hacia ese lugar considerado inaccesible e inalcanzable. Pero ahora presentía que Dios tenía que estar muy cerca, cerquísima, cuando podía oírle tan rápido. Por eso se sorprendía muchas veces llevándose la mano al pecho pensando que tenía que ser verdad eso que había oído decir alguna vez, que Dios está dentro de uno mismo. Algo así le pasó también a un hombre tan sabio como San Agustín que tardó años en darse cuenta. Esto le hizo más retraído, más metido en sí, era el gran descubrimiento de su vida. Dios estaba pendiente, no ya de sus palabras, sino del menor de sus pensamientos con la misma celeridad de su corazón...
—¿Y qué cree que pensaba Ángel de ese prodigio?
—Creo que empezó a descubrir como un niño lo que Dios significaba en su vida. Es lo que tantas veces hemos oído: No tengas miedo, soy yo... Estoy a tu lado, me preocupo de ti... Lo que quiero es que no te sientas solo y que igual que tú me has visto quiero que otros me vean también... Creo que fue entonces cuando Ángel empezó a cambiar sin darse cuenta de nada... Dios le llevaba de la mano como a un niño chico...
—¿Y le ocurrieron muchas cosas?...
—Empezó a ser otro...
—Digo si pensaba que todo eso eran casualidades. Ya sabe lo que siempre se suele decir...
—No, no, Ángel tenía mucha fe y aquello eran detalles del Padre. Tenía siempre su estampa en la mano. Decía que el Padre era un padre de verdad y que siempre tenía presentes a sus hijos. Rezaba mucho.
—¿En la casa?
—Su lugar de oración era el trabajo. Se volvió muy piadoso. Rezábamos el Rosario. Se iba al invernadero como el que va a la iglesia...
Hace un sol de justicia. El cielo se ve azul y despejado con ligeras brumas. En los alrededores hiede la tierra levantada, plantaciones secas y podridas, mientras pasa delante de nosotros una furgoneta con unos cuantos “morenos” dentro. Las casas por aquí, casas de labranza, son casi todas nuevas porque hace poco no había nada...
—Yo siempre estoy diciendo a mis hijos lo que les decía su padre, que fueran honrados. Honrados y trabajadores y que miren por sus casas. Que sean buenos cristianos como lo fue su padre. Cuando Ángel estaba enfermo y ya no se podía mover, por aquí pasaba todo el mundo para verle y a nadie dejaba de hablarles de Dios.
Yo mismo recuerdo cuando una tarde de verano, con otros amigos, fuimos a verlo a su casa. Hacía mucho calor y Ángel estaba en su silla de inválido sentado a la sombra de su porche. Ardían los invernaderos a esa hora por el sol. Se alegró de vernos. Le brillaban los ojos de felicidad. Delante, a la altura de su vista, tenía su pequeño retablo con las estampas del Sagrado Corazón de Jesús, de la Santísima Virgen, del Beato Josemaría, de Don Alvaro y de otras devociones suyas... Era el altar de sus rezos permanentes, seguro de que pronto a todos los vería y de que Dios no tardaría ya mucho en venir rodeado de todos ellos para llevárselo con El... Besamos el rostro de Ángel, su rostro doliente, seguros de que estábamos besando a un ángel de verdad, porque era santidad lo que se desprendía de su rostro radiante, iluminado, como el que sabe que ya casi no está aquí. Del interior de su casa salía el frescor de la sombra, el aroma de una casa de labranza, la presencia de su mujer hablándonos quedo de su marido, de su sufrimiento callado, porque no se quejaba de nada, de su espíritu radiante, lleno de Dios...
—Viene mucha gente a verlo –nos contó–. El párroco, don Fermín, le trae la Comunión y le dice aquí la misa dos veces en semana... Hasta el Sr. Obispo, D. Rosendo, ha venido a verlo... Muchas veces tenemos que salir corriendo al servicio de urgencias de la Aldeílla o de El Ejido porque se pone muy malo...
—¿Sufría mucho?
—Sí, pero todo lo aguantaba. Lo llevaba con mucha paciencia, con mucha alegría. Todo lo hacía por Dios. Se había puesto en sus manos...
—¿Estaba triste?
—No, no, ya le he dicho que no. Tenía mucha alegría por dentro. Sólo hablaba de Dios...
Pasión recuerda el día de su muerte. Al morir, tenía Ángel sesenta años, cinco meses y tres días. Falleció en el Hospital de la Cruz Roja, en Almería, y se le enterró multitudinariamente en El Ejido. Muchos agricultores del Poniente fueron a despedir a Ángel Navarro hasta el cementerio, convencidos de que despedían a un santo.
A Ángel se le había diagnosticado un tumor medular, del que fue intervenido en el Hospital Torrecárdenas de Almería. Quedó parapléjico. Sufrió con entereza su enfermedad antes y después de la intervención.
—Ángel era un hombre muy fuerte y todo lo aguantaba, –me dice su viuda–. Nunca se quejó. Ni perdió el humor. Aquellos sufrimientos lo hicieron más santo. Yo había querido llevarlo a Madrid o a la Clínica de Pamplona, pero él no quiso. El caso es que se quedó inútil de cintura para abajo. En una silla de ruedas hasta que murió. Muchas veces, como le he dicho, había que llevarlo al servicio de urgencias. Era un calvario. Pero todo lo sufría con fortaleza. Dios le daba una gracia especial. Sólo nos pedía que le trajésemos gente para que él les hablara de Dios, ya que no podía ir a ninguna parte... Dios estaba siempre en su boca...
—¿Y venía mucha gente a verlo?
—Ya lo creo, venía mucha gente. Como te decía, hasta el. Obispo vino una vez con motivo de unas confirmaciones. Ya conocía a Ángel de una vez que estuvo en la EFA y estuvimos allí los padres de todos los alumnos. Ángel, entonces, le pidió al Obispo que hablara de la Confesión y el Obispo se tiró hablando una hora...
—¿Y de qué hablaba Ángel con la gente?
—Bueno, eso yo no lo sé, porque nos mandaba a todos salir de su cuarto y se quedaba a solas con la persona con la que él quería hablar. No sé de qué les hablaba...
—Y cuando estuvo el Obispo, ¿de qué hablaron?
—Tampoco se lo puedo decir. El Obispo se tiró un buen rato con Ángel, pero de qué cosas hablaron yo no lo sé. Yo sé que el Obispo quería mucho a Ángel...
En febrero, que es un mes de vientos y de nubes como trapos sobre el azul del mar, murió Ángel en Almería.
—Se le dijo la Misa en El Ejido a la que asistió muchísima gente. Todos conocían a Ángel. Nosotros sabemos que Ángel está en el cielo, porque allí era donde él quería ir. Sólo hablaba de eso. Tenía mucha fe y mucho amor a Dios. Conservo su habitación tal como la dejó, con todas sus cosas. Sé que algún día lo harán santo y la gente querrá verla...
—¿Cómo fueron los últimos momentos de Ángel? ¿Qué decía?
—Los últimos días no hablaba nada. Se daba cuenta de todo, pero no decía ninguna cosa. Para mí que estaba esperando que Dios lo llamara en cualquier momento y como si no quisiera distraerse. Días antes llamó a nuestro hijo menor. ¡Javi!..., fue su última palabra. Yo creo que toda su conversación la tenía ahora con Dios, era con Dios con quien más hablaba, estoy segura...
—¿No se quejaba?
—No. Se le veía que estaba contento por dentro. Siempre se había sentido niño mimado por Dios y por el Padre. Sabía que si estaba así era para bien de su alma. Sabía que se iba a la vida verdadera y no tenía miedo...
Don Francisco Molina, sacerdote del Opus Dei que lo trató en esos días, me da el siguiente testimonio de Ángel:
—Yo destacaría de Ángel Navarro su celo apostólico. Su mayor preocupación eran las almas. Tenía que hacer apostolado y no se resignaba a permanecer inactivo en su silla de ruedas. Por eso su grito era que le llevasen gente a su casa para él poder convertirlas. También destacaría su capacidad de sufrimiento. Tenía que sufrir muchísimo con aquel cáncer de médula. En una ocasión, antes de ser operado, vino a confesarse conmigo y me dijo, hoy no voy a poder ponerme de rodillas. Yo, bromeando, conociendo su buen humor, le dije: Vamos, Ángel, no me vayas a ser ahora un quejica... Entonces, ante mi sorpresa, cayó de rodillas a mis pies. Ángel era así. Su afán era llegar a ser santo y no cabe duda que lo ha conseguido. Tenía también un gran sentido del deber. En unas elecciones, estando como estaba, se hizo llevar por sus hijos a un colegio para depositar su voto. Y no digamos en el cumplimiento de las normas de piedad como Supernumerario del Opus Dei...
Me da también su testimonio don Juan Azorín, Supernumerario del Opus Dei de Almería, quien conoció a Ángel y a su familia:
—Ángel tenía un atractivo especial que enseguida me llamó la atención. La primera vez que oí hablar de él, me lo presentaron como pastor. Más adelante se cambió a la agricultura, trabajando en un invernadero con el que mantenía a su familia.
—¿Y cómo era?
—Era un hombre fuerte, lleno de vida. No sé cómo, de la noche a la mañana cayó en la cama y se quedó paralítico de las dos piernas. Cada vez que lo visitaba, terminaba con los ojos llorosos sin poderlo remediar, no sólo por la resignación con que llevaba su enfermedad, sino por las cosas que decía. Creo que todos los que le tratamos conocemos bien ese aspecto suyo. Un día, cuando lo ingresaron en la Cruz Roja, me emocioné tanto, que le dije: Ángel, te necesitamos todos, ¡lucha con fuerza! ¡Tienes que salir de aquí! Sus palabras fueron: Juan, yo hago todo lo que puedo, ¡pero!... Me daba a entender que eso no estaba en sus manos.
—¿Cómo era su sufrimiento?
—Debía sufrir bastante, aunque ninguno nos dábamos cuenta. Siempre nos recibía con una sonrisa y con mucho optimismo. Cuando lo llevaron del Hospital a su casa, fuimos a verlo y, después de sus bromas, en un momento en que nos encontrábamos solos, me dijo: Juan, le estoy pegando unos capotazos al purgatorio “que pa qué”...
—¿Cómo era su apostolado en ese tiempo?
—Todo su afán era que le llevásemos a nuestros amigos. ¿No veis que yo no puedo salir? La verdad es que personas por las que llevábamos tiempo pidiendo sin conseguir nada, después de estar un rato con él, salían cambiadas. Eso pasó con la esposa de un amigo nuestro. No sabemos qué les decía, porque con diplomacia nos pedía que lo dejáramos un momento con esa persona a la que tenía que hacerle un encargo particular... Y en ese ratito de charla le cambiaba el corazón...
—Dime cómo era su fe
—Ángel era un hombre de una fe profunda. Tenía mucha confianza en nuestro Padre, quien le concedía todo lo que pedía por su intercesión. Son famosas las historias del invernadero que se libró del vendaval y aquella otra de la furgoneta averiada. Aunque creo que hay más...
Patricio Martín Arráez, que fue buen amigo de Ángel, me dice de él que era una persona excelente, generoso y dinámico, hábil y de pocos respetos humanos.
—Lo conocí antes de su enfermedad y mantuvimos una buena amistad. Era sencillo, humilde y leal. Siempre que nos encontrábamos, nos parábamos y nos poníamos a charlar de mil cosas, principalmente de los hijos. Pero de lo que más le gustaba hablar era de su preocupación apostólica.
—¿Qué te decía?
—Me preguntaba cómo veía yo a la gente del Poniente, era su mayor preocupación. Me decía que la mies era mucha y los operarios pocos. Un día, ya enfermo, me decía que el Señor debía dejarlo un poco más aquí, en Las Norias, para ver de convertir a tanta gente...
—¿Y tú qué le dijiste?
—Le dije que estuviera tranquilo, que los caminos del Señor nadie los conoce y que en el cielo hay infinitas moradas. Era tanta su preocupación por las cosas que pasaban, que un día le escribió al señor obispo y éste vino a visitarle. Sufría mucho con los malos ejemplos que daba cierto eclesiástico...
—Pero Ángel no era un hombre triste. Ángel era más bien alegre. Le gustaba reír y cantar, muchos le oímos alguna vez...
—Sí, claro, era muy alegre. También le gustaba tomarse su vaso de vino de Albuñol, mi tierra. Se lo pasaba bien y se reía con las cosas que yo le contaba de la política o del apostolado. Ángel era muy español y quería mucho a España. Estaba ya un poco ronco y con mis visitas decía que se le pasaba la ronquera. Pero también sufría...
Patricio calla con un deje de tristeza mientras recuerda los muchos momentos vividos junto a Ángel.
—Le preocupaba mucho la familia. Me preguntaba por mi mujer y por mis hijos –me dice– Me pedía que fueran a visitarle. Sólo conseguí que fuera a verle Pepita. No sé qué cosas le hablaría de Dios, que empezó a frecuentar los medios de formación y un día pidió la admisión en el Opus Dei. Esto es algo que como amigo yo jamás podré olvidar... Muchos como Ángel habrían cambiado al Poniente...
—¿Y no le viste más?
—Me mandaba recado con Pasión, su mujer, para que no dejara de ir por su casa. Se alegraba de verme y de oírme. Lo que más siento en mi vida es que el día que murió no pude estar a su lado y quitarle la ronquera, como él decía. Pero él sabe muy bien lo que le quiero. Le encomiendo mis hijos y me gustaría poder darle un abrazo... Sé que es un santo y que está en el cielo con nuestro Padre. No puede ser de otra manera...
Antonio Moya Somolinos, arquitecto, miembro del Opus Dei, residente ahora en Córdoba, antes en Almería, es persona generosa de corazón y de palabra. Conoció de cerca a Ángel Navarro y recuerda cómo se dio cuenta desde el principio de su talla humana y sobrenatural:
—Ángel Navarro era de Cogollos de Guadix y su trabajo primero fue pastor de cabras y, cuando empezó el desarrollo de los invernaderos, se vino a Las Norias con Pasión, su mujer, y con sus hijos o sin hijos, ahora no recuerdo bien. Ángel pertenecía a la primera oleada de colonos que llegaron al Poniente, de los que se baldaron por sacarlo adelante cargando y descargando cajas de fruta y hortalizas.
Cuando llegué yo a Almería en l984, ya llevaba Ángel varios años en la Obra. Desde las primeras veces que hablé con él, me di cuenta de la talla humana y sobrenatural de Ángel. A sus hijos los había educado en una piedad profundamente cristiana, en la honradez más llana, en la verdad, en la sinceridad y en la alegría. Era el clima que se respiraba en su casa.
Ángel era de inteligencia despierta. Y tenía un afán grande de formarse mejor, para ser un cada día un poco mejor cristiano, y un mejor padre de familia y agricultor... Y esto, mientras sacaba a su familia adelante.
—¿Y su mujer? ¿Qué importancia tuvo Pasión en su vida?
—Bueno, detrás de cada gran hombre siempre se dice que hay una gran mujer. En otra ocasión, en la que las cosas del invernadero no iban tampoco bien –se trata de un tipo de cultivo con muchos riesgos– Ángel no disponía de dinero para hacer la convivencia. Se lo comentó a su mujer y acto seguido apareció ésta con una cantidad de dinero suficiente para que pudiera hacerla. Eran los ahorros para una lavadora, pero no consintió que Ángel no lo tomara, por lo que pudo ir a su convivencia y Pasión siguió lavando a mano un tiempo más.
—¿Cómo se le manifestó la enfermedad?
—La enfermedad de Ángel empezó por unos fuertes dolores en la espalda que resultaron ser un tumor cancerígeno que tocaba la médula espinal. Hubo que operar y a raíz de aquello quedó paralítico de medio cuerpo para abajo. En su casa habilitaron una habitación, la de las niñas, para poner una cama de hospital, en la que Ángel pasaría los últimos meses de su vida. Allí tuvimos largas charlas sobre su vida interior y su afán por ayudar a muchas almas a ser mejores. Enfrente de la cama hizo poner unas estampas que le servían para tener presencia de Dios. Ofrecía sus dolores por las intenciones del Papa y del Prelado de la Obra. Y por la conversión de sus amigos.
Estábamos aproximadamente en el mes de abril de l995. Fueron momentos duros. Me llamó la atención la finura espiritual de Ángel.
—¿Se confesaba con frecuencia?
—Le confesaba un sacerdote de la Obra que iba a su casa todas las semanas y recibía al Señor gracias al párroco, que era muy puntual a la hora de llevarle la Comunión.
—¿Cómo fue evolucionando?
—Los meses corrían y estábamos pendientes de los análisis que le hacían con el fin de saber si la operación que le habían efectuado había logrado frenar el cáncer o si, por el contrario, se le había extendido. Fue en noviembre cuando llegaron los resultados. Me lo dijo Pasión: no había remedio, el cáncer se había extendido y le quedaba poco tiempo de vida.
Había que decírselo a Ángel y su mujer no se atrevía. Después de consultarlo con el director del Centro, un día de noviembre me dispuse a darle la noticia. Me escuchó atenta y serenamente, sin interrumpirme. Cuando terminé de hablar me hizo una pregunta que puso a prueba mis conocimientos teológicos sobre el más allá. Me preguntó si en el cielo sería posible comunicarse con su mujer y con sus hijos. Le dije que mediante el lenguaje que ahora tenemos, no, pero que será posible ayudar a todos aquellos a quienes queremos en la Tierra. Terminada la respuesta comentó la noticia sobre su próxima muerte. Tenía la mirada puesta en el techo, pues estaba tumbado boca arriba. No se dio cuenta de que yo en ese momento me emocioné al oír su aceptación serena y sobrenatural de la muerte.
Un día me llevé la cámara y estuve haciéndole unas fotos con su mujer y con sus hijos. Fueron sus últimas fotos. En todas se le ve sonriente.
Antonio no puede contener su emoción. Cae en la cuenta del poso que Ángel dejó en su vida.
—Tengo que decir que la muerte de Ángel ha influido decisivamente en mi vida personal. Antes de la muerte de Ángel no dejaba yo de tener cierto miedo a la muerte por cuanto tiene de misterio y de oscuro. Sin embargo tengo por cierto que en su agonía Ángel recibió la gracia de una gran paz. Así muere una persona santa en el Opus Dei. Tengo para mí como una de las gracias mayores recibidas en mi vida el haber asistido a la agonía de Ángel Navarro, y no pienso que Ángel sea una excepción: de alguna manera, todo aquel que vive santamente, recibe este premio poco antes de morir. Lo que pasó con Ángel es que fue muy manifiesto y me impresionó sobremanera.
Calla un momento y sonríe...
Como relator de este capítulo dedicado a Ángel Navarro, casi paisano mío, al que tuve la suerte de conocer y abrazar y besar en sus dos mejillas un día que fuimos a verle a su casa de Las Norias, tengo que agradecer la hondura y cariño de los testimonios de aquellos, sus amigos, que tanto le quisieron. Su vida fue como un aire tibio para todos. Ahora entiendo bien eso de la santidad en el Opus Dei, que no está en nada extraordinario, sino en vivir modestamente los acontecimientos de la vida ordinaria. En la santificación de las cosas pequeñas. En contar en cada momento con la presencia de Dios, sentirlo cerca como un amigo, percibir su aliento y su aroma, sentirse a su lado con la humildad de las lamparillas silenciosas que, día y noche, permanecen vivas junto al Sagrario... ¡Qué frescor!... La vida de Ángel fue así como una flor olorosa del camino o como el balido tierno de ese cabritillo de su rebaño, cuando era pastor en su pueblo y soñaba...